El porce
Llevamos años oyendo que los colombianos importamos allende nuestras fronteras por lo menos el 70% de lo que comemos.
En los dos últimos años, el proceso ha tomado caminos insondables. En los hogares, dice Raddar,ha seguido disminuyendo el gasto.
Y si es así, todos podríamos deducir que el mercado de los hogares ha mermado y que, fundamentalmente, se habrá dejado de adquirir la comida importada que siempre resulta más cara. Quizás fuera así pero no porque resulte más cara
.Es porque la Colombia rural no ha conseguido producir más y los importados siguen supliendo la canasta familiar así los comerciantes le hayan rebajado calidad a lo traído.
Parecería absurdo llegar a estas conclusiones, pero cuando se entera que lo sucedido es el acumulado de una larga listas de abandonos para apoyar la producción agropecuaria, y que existe otra más larga de obstáculos que se les han creado a los que trabajan la Colombia rural, se entiende la verdad.
No hay en los últimos dos años una sola iniciativa para fomentar la productividad del campo.No se han decretado fórmulas para mejorar el acceso al crédito agropecuario. No se volvió ni a gastar ni a incentivar un peso en la inversión en nuevos distritos de riego.
Tampoco han aparecido, ni de parte del gobierno ni de los contratistas que fungen de congresistas, un plan concreto de apoyo a las nuevas biotecnologías.
Menos a la mecanización de los cultivos o a las coberturas de riesgos para proteger la renta de quienes se aventuren a seguir siendo actores de la Colombia rural.
En cambio a los propietarios de ese campo les toca contratar abogados para defenderse de las expropiaciones y las valorizaciones y no agrónomos y veterinarios.
Y los que tienen con qué ,volvieron a conseguir empresas de seguridad que los mantengan a salvo de las bandas que surgen por doquier.
Se hunde la Colombia rural y los citadinos ni cuenta se han dado.