Hasta casos de vandalismo se registraron en el estadio de Miami.
El Porce
Para quienes nos enseñaron bajo férrea disciplina que no podíamos perder el tiempo y divertirse podría resultar tan costoso que hasta pecado sería,no estaba contemplado que viviera a mis 79 años un domingo tan lleno de alegría por cuenta de otros como el que viví.
Al mismo tiempo que me tomaba mis menjurje en ayunas para dizque calmar los males hepáticos y cuando apenas iba a servirme el café de altura de la Heredad Correa, que todavía saboreo cada mañana,ya tenía prendido la tv y estaba contemplando el trascurrir de la etapa 15 del Tour de Francia donde la grosera superioridad de Podjacar minimizaba la ya menguada cuota de escarabajos.
Pero como el modesto Santiago Buitrago arañaba llegar al top ten y lo fue logrando muy difícilmente,preferí turnar como abuelo gomoso al tenis y aun cuando no he podido entender como se maneja puntuación,me dejé contagiar como el adolescente octogenario y vi por pedazos el singular partido del muchacho español Alcaraz, un pelado tan común y corriente, ganándose por segunda vez el Wimbledon en presencia de la muy enflaquecida pero todavía vital Princesa de Gales sobreviviente de la quimio.
Cuando ambos terminaron llegó la prensa dominical que me traen desde Tuluá y aunque los periódicos cada vez están más flácidos por falta de pauta que los alimente, leí a mis columnistas preferidos y a los que no me gustan también para poder saltar a la pantalla de computador, buscando a trancazos quien me diera el parte médico sobre la oreja agujereada de Trump.
Cuando terminé de no encontrar nada, ya era la hora de ponerme en estado alelado a ver la final de la Copa Europa y contagiarme del frenesí del gol de mi pariente Oyarzábal de tal manera que como no pude volver a beber me tocó, a palo seco y por Direct Tv ver el insufrible partido de Argentina con Colombia.Me alcanzó el domingo hasta para hacerme sentir patriota derrotado.