Esteban Jaramillo Osorio
Fichaje alucinante, que turba a los seguidores de Millonarios y agita el ambiente futbolístico colombiano.
Juego de voluntades que concuerdan para una relación empática, afectiva, sentimental, comercial, pasional y deportiva, entre un club histórico y una leyenda reconocida.
El sueño de un pibe que marchó niño y regresa adulto, a enfundarse la camiseta con la que ha tenido un romance duradero, en la última estación de su brillante trayectoria deportiva. A la edad en la que muchos saborean los placeres del retiro.
Mis brazos los abrazan. Es mi amigo, mi ídolo, mi goleador preferido al que no le quité el ojo mientras giraba por el mundo de la pelota, marcando goles magistrales, de todas las facturas, como dueño de triunfos y de títulos.
O cuando como emblema o capitán, comandaba la selección nacional, en torneos de todas las categorías.
El «último baile», la parada final de quien deja un legado duradero, de pequeño en River Plate y luego a su paso por el Porto, Atlético de Madrid, Mónaco, Chelsea y ahora en Millonarios.
Falcao la estrella amable con los pies sobre la tierra, inspirador con su comportamiento, líder por contagio, ejemplo para todos, que no vive en una burbuja como tantos de sus compañeros de oficio, dominados por la fama, prisioneros de sus egos.
Ante el reto expectante de reafirmarse en un mundo en el que lo ha dado todo. En los últimos tramos de su ciclo, cuando la decadencia toca a su puerta y el despido próximo mete sus narices y por su infrecuente presencia en las canchas.
Sometido a riguroso escrutinio público como les pasa a todas las estrellas, obligado a demostrar que su pólvora no se ha acabado y tampoco su capacidad en el área como terror de los porteros.
Una última aventura que no es un viaje placentero a Disney Word, y tampoco un salto suicida al vacío.
Lo esperan las pruebas exigentes antes sus lesiones recurrentes de rodilla, ante las defensas rigurosas, en muchos casos sin escrúpulos que destruyen tobillos y rodillas cuando con gambetas y con goles les pintan la cara y el acoso de los aficionados, cuando no tenga sociedad con los resultados.
El sueño que con el tiempo se hizo imposible, convertido en realidad para inflar la liga con prestigio, para fortalecer la imagen de su nuevo club, para darle expectativa a los partidos y llenar estadios.
Confieso que poco me importa su salario.
Me desvela el Falcao futbolista, el ser humano con nobleza, el indomable goleador forjado entre los grandes. El que solo con su nombre le da vida al espectáculo.