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Inclusión: «MÁS ALLÁ DE LAS PALABRAS, UN CAMINO HACIA LA EQUIDAD»

Triste herencia (1899), de Joaquín Sorolla.  La pintura muestra diferentes niños afectados de varios tipos de incapacidad que se disponen a tomar un baño en el mar.

 

 

 

 

Eduardo Frontado Sánchez

En la actualidad, la inclusión se erige como un pilar fundamental en la construcción de una sociedad educada y consciente, capaz de apreciar la riqueza que la diversidad aporta. Sin embargo, la transformación profunda que se requiere no se dará de la noche a la mañana. Es un proceso que demanda esfuerzos individuales y colectivos para entender que la diferencia no debe ser vista como desventaja, sino como un elemento de unión y enseñanza para todos.

Recientemente, en España, se dio un paso significativo al modificar el artículo 49 de la Constitución, sustituyendo el término «disminuido» por «discapacitado». Aunque esto representa un avance en la comprensión social, es esencial recordar que la verdadera transformación va más allá de la terminología; debe reflejarse en nuestras acciones diarias y en el sistema educativo.

La pregunta que surge es si como sociedad realmente reflexionamos sobre la existencia de personas «discapacitadas» y si la ley de la compensación es un mito o una realidad. ¿Es cuestión de términos y etiquetas, o es una llamada a reconocer y valorar las capacidades individuales más allá de las limitaciones percibidas?

La terminología, tanto «disminuido» como «discapacitado», puede invitar a una percepción de victimización, en lugar de promover la evaluación de potenciales y la integración adecuada en la sociedad. La inclusión real va más allá de las palabras; implica reconocer el valor intrínseco de cada individuo y proporcionar un espacio igualitario.

En la era actual, la tecnología se presenta como un nivelador en el ámbito laboral. Cada ser humano, independientemente de sus habilidades, tiene algo que aportar a la trama social. No es necesario etiquetar para encontrar un lugar significativo en la sociedad. Es fundamental reconocer que todos pueden ser entrenados para desempeñar algún tipo de labor, contribuyendo así al bienestar colectivo.

En última instancia, la sociedad no debería tener el poder de decidir quién debe sobrevivir o quién no. La inclusión no solo debe ser respaldada por leyes, sino que la terminología también debe servir como un medio para apoyar y no discriminar, recordemos siempre que lo humano nos identifica, pero lo distinto nos une como sociedad. La inclusión real comienza con un cambio de perspectiva y un compromiso constante con la igualdad y la aceptación.