Esteban Jaramillo Osorio
De nuevo late el corazón de la selección al reanudarse el torneo clasificatorio al próximo mundial.
Tiene claros sus objetivos el equipo que dirige Néstor Lorenzo, sin ver amenazada su casilla en la cima de la tabla, aunque atento porque en torneos cortos y esporádicos, fácil y rápido se tuerce el camino.
Acostumbrados estamos en los últimos tiempos a los placeres de sus triunfos y a los ocasionales desencantos, con ese poder mágico que tiene el fútbol para el perdón.
Se calienta el ambiente y con él las polémicas.
Se discute como siempre a James Rodríguez, con sus dedos zurdos prodigiosos y su empeine mágico, por su pasividad competitiva y los efectos que tiene a los 33 años su falta de ritmo y continuidad.
En primer plano de los duelos oratorios de los expertos, también está Luis Díaz, quien desconcierta con su rendimiento individualista en la selección, en contraste con el que exhibe en el Liverpool. ¿Algo de ego se percibe en el ambiente?
Si Richard Ríos puede o debe desplegar su talento en «otros mundos», distante del Palmeiras de Brasil, donde todo lo dio.
Si es justo insistir en Miguel Borja, con su enésima oportunidad. Si es oportuno explorar en la búsqueda de otras alternativas en el ataque, como ocurrió, con algo de retraso, con Jhon Córdoba quien goza hoy del beneplácito de la titularidad.
Si es hora de jubilar a Jerry Mina y a David Ospina.
Si es hora de darle la bendición a Yaser Asrpilla. Un talento joven, eje de las transferencias millonarias de los colombianos en el exterior.
En Asprilla, a la espera de su explosión, se aprecia el talento natural que caracteriza a los futbolistas colombianos, algunos sin miradas empáticas desde el cuerpo técnico nacional.
La Selección, es un himno a la alegría. Con excepción de los últimos partidos, el ambiente que se fabrica no es tóxico. No calienta el ambiente con mentiras o con falsas promesas, ni lo agita con escándalos.
Néstor Lorenzo es depositario, hasta ahora, de todos los elogios.
Desde su llegada a pesar del escepticismo originado en un sector de la prensa prepotente, con prejuicios nunca explicados, ha logrado unir al país, con respaldo a su selección, con objetivos afines entre el público y los aficionados.
A su favor, que nunca quiso convertirse en el títere de algunos periodistas, acostumbrados a tratar como muñecos de trapo a los comandantes de los clubes o del combinado nacional, cuando no transigen con sus caprichos. Varios de ellos ni una patada le dieron a un balón.
Algunos caprichos no influyentes tiene el argentino, con toques demagógicos comunes en los entrenadores de su país, como abrirle la puerta a un eventual retorno de Falcao y Cuadrado, ausentes de las competencias, por estos días.
No es típico en él, calentar los oídos de los aficionados con algo que le costará cumplir.