Actualidad, TOP

CON LO JUSTO, SIN DERROCHES

Colombia y su nuevo triunfo.

Esteban Jaramillo Osorio

Recuerdo que en el Rose Bowl, en Los Ángeles, en USA 94, el estadio lleno silbaba al Pibe, cada vez que tocaba el balón. Se vivió el peor fracaso de la Selección Colombia.
En contraste en Houston, el público se rindió ante James y el equipo con sus susurros de fútbol.

Cuestión de empatía, de triunfos y fundadas expectativas.
James, esta vez, volvió a su fútbol delicioso, exquisito, trascendente en el juego y en el triunfo.

Pausado, sin derroches físicos, lento, con su talento intacto. Desde sus asistencias le dio valor al triunfo que fue cómodo, sin sustos y sin sufrimientos.

James fue directo y claro con el balón en sus pies. Profundo con sus pases y panorámico para entender el ancho de la cancha.
El partido lo adaptó a su ritmo, hasta agotar el combustible.

Luis Díaz, el otro referente, elevó las vibraciones de la tribuna en el primer período cuando formó el cuadrado mágico, lucido en la construcción, con James, Ríos y Arias, para dominar la pelota desde el medio campo.

Se desvaneció con el paso del partido.

Frecuentes fueron sus arranques, con cabalgatas que terminaron desbocadas, anuladas por los doblajes paraguayos.
No fue ni claro ni efectivo.

Sin agradar y conformar plenamente, ganó Colombia. Con lo justo. Nada le sobró. No hubo alegría desbordada por el marcador estrecho, ni trámite armonioso con toque- toque progresivo, ni alardes técnicos, ni vocación de gol, ni fluidez en el juego colectivo.

Lo que elevó el volumen de los altavoces negativos, que ven el demonio dando vueltas como un fantasma que flota, replicando la catástrofe del 94.

Colombia que pasó de la euforia al conformismo, atacó por ráfagas, sin efectividad de sus delanteros, varios de ellos invisibles. Poco sintieron el balón.

En el periodo inicial el flanco izquierdo fue el preferido para la iniciativa. El derecho lo fue en complemento, con la inmensa gravitación de James y de Ríos.

La defensa fue física y fogosa. Dividió el balón cuando dio pasos al frente, ante un equipo macizo, corto, defensivo, intenso, con deficiencias técnicas inocultables, que solo ambicionó un mejor resultado cuando pasó de largo por sus miedos.

No fue, ni es, ni será Paraguay un rival exigente para Colombia, ni para los favoritos.

Se le da valor al triunfo, porque el torneo es estrecho y no admite vacilaciones.

Que malas maneras las de Jerry Mina, a cada roce fue al piso. «Lloraba» como un chiquillo. Ese no es el fútbol de la selección que la mayoría de las veces juega sin trampas.  ¡Atención!, ¡peligro!, hay que alejar el conformismo que tanto daño hace.