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 «El Panóptico»: EL AUTOGOLPE MEDIATICO DE ESTADO EN BOLIVIA

El general Juan José Zúñiga, quien comandó incursión armada en Bolivia, denunció que el presidente de Bolivia, Luis Arce, le ordenó que llevara a cabo un autogolpe de Estado para aumentar su popularidad.

Jhonny Alexis Lizcano L.

Como suele suceder con los efectos mediáticos de poder, el análisis de los hechos posteriores de manera minuciosa, evidencian que lo acontecido recientemente en Bolivia no fue un golpe de Estado. Sino un Autogolpe Mediático, a manera de cortina de humo para desviar la atención de la opinión pública nacional e internacional, frente a la crisis de gobernabilidad política, económica y social, que atraviesa el país.

Así quedó registrado luego de conocer las declaraciones del destituido Jefe del Ejército, Juan José Zúñiga, – horas después del acto mediático -, al indicar que la idea de una maniobra desestabilizadora para levantar la popularidad del mandatario, había sido del mismo Presidente de Bolivia, Luis Arce.

«El presidente me dijo la situación está muy jodida, esta semana va a ser crítica, entonces es necesario preparar algo para levantar mi popularidad. Le pregunte, ¿sacamos los blindados? Saca entonces los brindados me respondió el presidente…” reseñaba el militar, mientras sus declaraciones eran interrumpidas por un oficial que le decía, «mi general, usted está detenido».

A su vez, es curioso como el acontecimiento y su protagonista en particular pasó de ser un redentor y revolucionario en un primer plano arriba de una tanqueta, rodeado de soldados leales, diciendo que cambiaría el gabinete y liberaría a todos los presos políticos. Para luego verlo reducido en un segundo plano frente a los micrófonos, detenido y acusado de conspirar y atacar al gobierno legítimamente elegido.

Pero recordemos que el episodio tuvo su génesis mediática el pasado martes 25 de junio. Cuando en una entrevista Zúñiga criticó a Evo Morales, afirmando que «ese señor no puede volver a ser más presidente de este país». Advirtiendo que si se daba la necesidad, el ejército detendría al líder del MAS.

Situación que derivó posteriormente por el impacto de las declaraciones incendiarias, la supuesta destitución de Zúñiga por parte del Presidente Arce. El cual haciendo caso omiso de la orden de su superior siguió con sus funciones. Radicalizando incluso su actuar al día siguiente, con la toma de la Plaza Murillo, centro del poder político boliviano. Y por medio de una tanqueta derribaría una puerta de acceso del palacio presidencial.

Lo siguiente es aún más sospechoso. Pues conversó con Arce,

se negó a obedecer la orden presidencial, abandonó el lugar, estableció comunicación por varios minutos vía celular dentro de la tanqueta. Y cuando el Gobierno nombró un nuevo mando militar, huyó sigilosamente. Para luego ser detenido y abordado por la prensa y los medios de comunicación internacionales.

Lo anterior, ya está generando una ola de conspiración política y de reclamación pública tanto de la oposición como del mismo MAS. Principalmente de los sectores denominados «evistas», o seguidores de Evo Morales. La diputada centrista Luisa Nayar, segunda vicepresidenta de la Cámara, reseñó lo siguiente en su cuenta en X (Twitter): «Los bolivianos vivimos un increíble show político (…) Utilizaron a un general insano para tomar con tanquetas la Plaza Murillo, a la vista y sorpresa de algunos transeúntes distraídos».

Esta nueva puesta en escena latinoamericana, deja una vez más al descubierto el poder de persuasión, manipulación e injerencia que poseen los medios de comunicación y la prensa controlada, en la reproducción de discursos a favor de los intereses privados y hegemónicos para perpetuar el poder. El otro asunto que no es de menor importancia, es la crisis ética y de identidad que atraviesan los medios de comunicación tradicionales y vanguardistas, frente a su responsabilidad de ejercer el periodismo con libertad al servicio de la democracia.