Hernán Alejandro Olano García
El 28 de octubre de 2008, Daniel Samper Pizano, escribió en el diario El Tiempo lo siguiente: «- ¿Samper? ¿Sos pariente del piloto que mató a Gardel? Yo quisiera responderle: – Un momentico, señor, ¿cómo así que el piloto que «mató» a Gardel? A Gardel lo mató una racha de viento fuerte e inesperada en el aeropuerto de Medellín; una ráfaga contra la cual nada pudo hacer la reconocida habilidad del comandante del avión en el que viajaban el cantante y compañía, razón por la cual terminó estrellándose contra otro aeroplano. Y me permito recordarle, además, que en el accidente no solo murió Gardel, sino varias personas más, una de las cuales era el piloto al que usted maltrata. Y sí, señor: ese piloto era, para mi perpetuo honor, tío abuelo segundo mío, así que jálele al respetico. Pero, claro, en vez de soltarle el párrafo anterior, como debería, aprieto la boca, pongo cara triste y digo: – Sí. Ernesto Samper Mendoza era mi pariente». Hasta ahí el cronista bogotano.
Pues bien, «Carlitos, después de muerto cantás mejor», reza el dicho que perdura desde ese lunes 24 de junio de 1935, día en que el «Zorzal Criollo», ídolo indiscutible del tango, perdió la vida en un trágico accidente aéreo en Medellín. Que si argentino, que tal vez uruguayo, o que Gardés era francés. Más allá de las tangueras disputas sobre su nacionalidad, lo cierto es que Gardel se convirtió en leyenda tras su muerte.
El accidente ocurrió en el Aeródromo Olaya Herrera de Medellín, cuando el trimotor Ford F-31 de la SACO (Servicio Aéreo Colombiano), al mando del ingeniero bogotano Ernesto Samper Mendoza, se estrelló al momento del despegue contra el avión «Manizales» de SCADTA, que esperaba en la pista. La colisión desató un voraz incendio. Gardel, su séquito y varios ocupantes de ambos aviones murieron carbonizados.
A 90 años del siniestro, subsisten versiones contradictorias. En 2008, la BBC de Londres resumió las teorías: una bala accidental habría herido al piloto; Samper Mendoza habría estado ebrio; o tal vez intentó una maniobra temeraria para intimidar a su competencia. El profesor Guillermo Artana, de la UBA, concluyó en 2018 que el viento no pudo desviar el avión más de 15 metros, y que hubo error humano: en vez de abortar, Samper aceleró.
Los archivos del Ministerio de Relaciones Exteriores de Colombia recogen la comunicación de la empresa Interamerican Aerotravel & Supplies, que culpaba a la sobrecarga y a la negligencia del piloto. A su vez, la Cancillería gestionó información oficial sobre las víctimas para la diplomacia argentina.
En ese mismo avión viajaba Jorge Moreno Olano, sobrino de don Ricardo Olano, quien dejó en su diario un valioso y desgarrador testimonio del accidente, con descripciones que hielan la sangre: cuerpos calcinados, olor a carne quemada y la identificación de su sobrino entre los restos.
Gardel fue sepultado inicialmente en Medellín, en el cementerio de San Pedro. Pese a la norma que exigía cuatro años para una exhumación, sus restos fueron trasladados apenas cuatro meses después. Su itinerario fúnebre fue tan épico como su vida: desde Medellín a Amagá, Marmato, Pereira, Cali y Buenaventura; luego en barco hasta Panamá, cruzando el Canal, con escala en Nueva York, Montevideo y finalmente Buenos Aires, donde llegó el 5 de febrero de 1936 al Luna Park para la velación pública, antes de reposar en el cementerio de La Chacarita.
Gardel no solo fue un fenómeno cultural del Río de la Plata: su trágica muerte lo convirtió en símbolo universal del tango, del arte popular y del poder eterno de la música. Noventa años después, su voz sigue intacta. Gardel no murió en Medellín: allí comenzó su eternidad.

