Opinión, TOP

Crónica de Gardeazábal: JALISCO

Homenaje estudiantil a Edgar Mejía, quien cayó víctima de las balas oficiales.

 

 

 

 

Gustavo Álvarez Gardeazábal

El Porce

Hoy hace 54 años, el 26 de febrero de 1971,el estudiante de la Universidad del Valle, Edgar Mejía Vargas ,tulueño de nacimiento acudía a las dependencias del CDU, el centro Deportivo Universitario.

Era un connotado jugador de voleibol y como quizás no sabía perder, y siempre ganaba, lo bautizaron como “Jalisco”.

Llevaba amarrados al cuello sus tenis.

En aquella época no se usaban sino para actividades deportivas, no para andar bien vestido y a cualquier hora, como es hoy en día .

No se lo llamaban tenis,  se creía que eran de caucho y en Colombia los fabricaba Croydon.

Mejía subía desde lo que después iba a ser el Parque Panamericano y cuando llegó a la esquina de los Rodriguez Caballero,en la esquina donde empezaba la vieja sede universitaria  de San Fernando, una reverberamba de estudiantes salían como tromba huyendo de la tropa que los había desalojado del edificio de la rectoría donde Vicky, La Vietnamita ,había dirigido la toma estudiantil dentro de la protesta contra las directivas universitarias por intentar imponer un decano tradicionalista para la facultad de Economía.

Jalisco se dejo chupar por la tromba estudiantil y con algunos pocos se fueron corriendo a buscar quizás el parque del Perro.

Cuando paró de correr estaba frente a la casa de las hijas del poeta Ricardo Nieto, no llevaba sino sus tenis amarrados al cuello, como era de usanza entre deportistas. Era su única arma.

Él no había cogido una piedra pero las balas de la soldadesca se estrellaron contra él y le dieron muerte miserablemente.

Su cadáver lo heroificaron  mientras a la berraca mujer que era La Vietnamita la inscribieron como paciente del Hospital Universitario.

Sobre el desarrollo de esa historia que no se ha contado bien, circula por estos días mi novela El Titiritero, que publiqué en 1977.

A Jalisco lo honraron los primeros años cada 26 de febrero.

Hoy no lo recuerdan sino mis lectores.

A La Vietnamita la izquierda necesitaba olvidarla, siempre ha sido machista. Sobrevive en Paris.