Los Embajadores Vallenatos, agrupación que alcanzó la fama con éxitos como El Santo Cachón y Se le moja la canoa, enfrenta una disputa legal por el uso de su nombre. Fundada por Robinson Damián y Ramiro Colmenares, quien falleció en 2022, la banda es parte esencial de la historia del vallenato moderno. Sin embargo, tras más de 20 años de carrera, su legado está siendo objeto de controversia.
Todo comenzó cuando, en un viaje a Bogotá, un abogado advirtió a Robinson que alguien estaba intentando registrar el nombre Embajadores Vallenatos, informó Caracol Televisión.
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Según Damián, él lo tiene registrado desde hace aproximadamente ocho años en la Cámara de Comercio. Aun así, sospecha que Carlos Colmenares, hijo de su ex compañero Ramiro, es quien está detrás de la nueva solicitud.
Carlos Colmenares explicó que, según la normatividad, la marca debe renovarse cada diez años. Asegura que en la Cámara de Comercio le informaron que Discos Fuentes intentó quedarse con la marca en dos ocasiones, pero no lo logró porque la imagen de la agrupación está estrechamente ligada a Ramiro Colmenares y Robinson Damián. Por eso, Carlos cree tener el derecho legítimo para registrarla.
A pesar del conflicto, Carlos afirma que ha intentado comunicarse con Robinson para evitar disputas. «No quiero quitarle la marca a uno de sus creadores», aseguró. Su propuesta es que cada uno trabaje con un nombre que honre su origen: Embajadores Vallenatos de Ramiro y Embajadores Vallenatos de Robinson.
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Sin embargo, el caso sigue abierto y aún no se ha determinado legalmente quién tiene la propiedad del nombre. Mientras tanto, la música sigue sonando, pero la tensión entre los herederos del legado permanece.
La historia de «El Santo Cachón», máxime tema de Los Embajadores comenzó con el maestro Romualdo Brito cuando apareció esa tarde en el hotel Sicarare de Valledupar con varios casetes.
«El maestro Romualdo siempre quiso grabar canciones alegres, pero yo le decía que, a él, por su tono de voz le quedaban bien las románticas. Era un excelente compositor», recordó el productor Pedro Muriel.
Pedro le preguntó intrigado: «¿Y en ese casete qué tiene?». Pedro, como buen grabador de Discos Fuentes, debía escuchar todas las canciones porque «uno no sabe cuándo aparece el éxito».
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«Este es un tema que escribí, pero me parece como vulgar», le contestó el compositor de Treinta Tomarrazón en La Guajira y que en ese momento había escrito unas mil de sus mil quinientas canciones que escribió a lo largo de su vida.
«Es una historia sobre un hombre que le ponen los cuernos o los cachos, por aquello de la infidelidad», le explicó.
Pedro bebió dos whiskies seguidos y le prestó atención al tema. De inmediato pensó en Los Embajadores Vallenatos porque Robinson Damián tenía el estilo para grabarlo.
Le sirvió un trago doble al maestro y le dijo: «Déjemelo».
Pedro se lo llevó para Medellín y llamó tanto a Robinson Damián, el cantante como a Ramiro Colmenares, el acordeonero para hablarles de la canción.
Lo grabaron y tuvo un éxito sin precedentes.

