Este 26 de julio se recordarán los dos años del fallecimiento del creador de la música del despecho, el señor Darío Gómez Zapata.
El compositor de «Nadie es eterno en el mundo» y mil canciones más sigue vigente. Hasta RCN Televisión le hizo una bioserie en la cual la audiencia no bajó de un rating de 5.9 puntos.
Muchos han querido apropiarse de los derechos de sus canciones, entre ellos sus hermanos, que no esperaron a que descansara en paz cuando organizaron una tarima en el coliseo donde lo velaron para decir que ellos eran los sucesores de Darío.
¡Qué triste espectáculo ofrecieron ese día!
Por fortuna, Olga Arcila de Gómez, la dama de hierro, ha logrado mantener la imagen de Darío en un pedestal.
Al ver su trabajo, su forma de mandar, su mirada penetrante, su dominio en la escena artística, alguien le puso el título de «La Dama de hierro» a Olga Lucía Arcila, porque según decían también, «detrás de un gran hombre, hay una gran mujer».
La bautizó así cuando Inglaterra era gobernada por Margaret Thatcher. Hasta el mismo Darío Gómez, todo un rey, cuando había alguna situación para resolver decía tímidamente: «lo que diga Olga».
Ella siempre dijo la última palabra. Fue el motor de una gigantesca empresa que les dio empleo a miles de personas y que hizo de las canciones de Darío Gómez, un himno, hasta convertirlo en el creador de un estilo, un género y un tipo de música para libar.
Darío la conoció cuando estaba en un momento de crisis, luego de su separación con su esposa y con problemas de toda índole. Cuando la vio, encontró en sus ojos, su voz y su mando, que sería su amor para toda la vida. Él llegaba todos los días a la cuadra del barrio donde ella residía y a las 7 y 45 la visitaba, la cortejaba, la miraba y le cantaba. La perseverancia vence lo que la dicha no alcanza.
Al estilo de Mercedes Barcha ‘La Gaba’, esposa del Nobel de literatura García Márquez, quien empeñó sus joyas para permitir que Gabriel pudiera concentrarse y escribir «Cien años de soledad», Olga Lucía apoyó a Darío Gómez cuando este no tenía un peso en sus bolsillos.
En el momento en que a Darío le dijeron que no iba más como A&R en una conocida disquera colombiana, con la liquidación, unos ahorros y dineros prestados Gómez registró su compañía Discos Dago y empezó a grabar sus canciones.
Ella mandó construir estudios de grabación tanto en su casa en Medellín como en su finca en San Jerónimo. De un momento a otro, sin importar la hora, Darío comenzaba a componer sus canciones. Ella simplemente le preguntaba: «¿Quiere tinto? ¿Le traigo fruta? ¿Agua?» y él, rápidamente le contestaba con alguna petición.
—En una oportunidad –recuerda ahora Hernán Darío Usquiano, el director de La Viejoteca de TeleMedellín—el productor Javier Castaño era el encargado de grabar los videos de Darío Gómez. Él hacía paquetes de diez videos y un día los reunió para que los vieran, ya terminados y listos para ser emitidos. Estaban contentos hasta cuando llegó doña Olga y miró con detenimiento la grabación y exclamó: «Paren, paren, paren. Ese video no puede salir».
Todos la miraron extrañados, volvieron a mirar las imágenes y le preguntaron el motivo de su negación. «Es que detrás de Darío sale una gallina y no tiene nada que ver con la canción».
—Es que se grabó en una finca.
—Sí, pero es que esa gallina no tiene nada que ver con la letra de la canción.
Y entonces le dieron la razón y debieron volver a grabar.

