El enano Alberto Sánchez está forjado en la experiencia de los años como pescador
El enano Alberto Sánchez está forjado en la experiencia de los años como pescador, timonel y cocinero. Es tripulante del ferrocemento 25, barco madre o enlace entre la Flota Camaronera y el Combinado de Santa Cruz del Sur.
No es común encontrar personas de muy baja estatura en el complejo oficio de la navegación marina y la pesca.
En épocas pasadas los circos se nutrían de personas como Alberto Sánchez para ejercer la profesión de contar chistes y escenificar payasadas que hicieran reír a los espectadores.
Pero el abnegado marino optó por la pesca. Desde niño le fascinó y encontró en el mar ese destello de gloria que lo inspira cada día.
Conoce la plataforma del sur como el camino de regreso a su hogar. Es un ser humano respetuoso y amable. De unos 70 centímetro de estatura y curtido con las brisas del Caribe, sabe «descifrar» los secretos de los astros… de las estrellas.
El pequeño lobo del mar, ama el F 25, su segundo hogar, donde transcurre la mayor parte de su vida. Constituye uno de sus huertos más bellos.
Su barco transporta mercancía, alimentos, combustible, pieza de repuesto y hielo destinados a los barcos camaroneros de la zona de Mosquito y Pasa Honda, próximos a Cayo Largo, para regresar a tierra firme con las capturas de la noche.
La doctora Yaneixy Gálvez, dice que los tripulantes del ferrocemento 25, son como una familia: Alberto Sánchez (El Enano), Genaro Simón Contreras, Argelio Naranjo y Ángel Naranjo (Puchito), Segundo la Rosa García y Oscar Gálvez.
Considera al Enano (trigueño, cejas espesas, poco reír y pelo negro), como «…hombre generoso, humilde, buen padre y muy trabajador».
Reside en poblado de Santa Cruz. Cada madrugada se encamina al espigón del Combinado, donde está atado fuertemente el F 25.
Su minúscula estatura no es impedimento para mantener el ritmo de trabajo de los demás pescadores. Pequeño pero con una fortaleza considerable. Es ágil. No teme a las tormentas marinas.
Las arrugas surgidas paso a paso con el tiempo, el bravo sol y la lluvia reflejan la experiencia de este gigante cubano de los mares.
Puntual como un reloj suizo, cada madrugada aborda el ferrocemento 25. Mucho antes de la salida del sol la Enviada despega del espigón.
Disfruta de una cadena de pequeñas ínsulas cubiertas de mangle. Se encuentran ubicadas a unas cuatro millas del litoral sureño. Llaman la atención Cayo Largo y Cayo Guincho.
El Enano posee un amplio dominio del área donde opera la Flota. En la travesía hacia Pasa Honda escudriña, con ojos bastante penetrantes, las balizas y advierte de los peligrosos bajos.
Contempla a Cayo Pasa Honda el cual se asienta sobre arrecifes. El mar, en su entorno, adquiere la coloración carmelita de los corales.
El Enano dirige la mirada a un maravilloso y bello paisaje. Entre los cayos Mate (al Sur) y Guincho ( al Norte) divisa el Canal de Pasa Honda, ruta de los barcos que prosiguen la travesía hacia Cabeza del Este.
A la señal del capitán Alberto deja deslizar el ancla a unos cien metros del Canal de Pasa Honda en espera del último lance de los camaroneros.
Los años pesan sobre el cuerpo de Alberto Sánchez. El Enano, Con ojos lacrimosos se aleja del mar y la pesca. Es como si se le escapara la luz. Se va a residir al campo, sin la arena y el salitre en las arrugas de su piel, ni el gorjear de las gaviotas y mucho menos el sonido de aquel mar en el que navegó durante más de medio siglo.
Este relato forma parte del proyecto de libro Entre laberintos.
Son historias de personas humildes que forjaron sus cuerpos con las arrugas del tiempo y las caricias del Mar Caribe: hombres y mujeres sin máscaras ni maquillaje, ocultos hasta ahora.
«Cada persona brilla con luz propia entre todas las demás», afirma el escritor Eduardo Galeano. .
Personajes ,que resultan ejemplos para actuales y futuras generaciones. Y por supuesto aquellos que en sus épocas gloriosas figuraron en pedestales. «No hay dos fuegos iguales. Hay fuegos grandes y fuegos chicos y fuegos de todos los colore». No están todos esos rostros entrañables, sino una representación de quienes, parafraseando a Eduardo Galeano esperaban «en la cola de la historia».
La vida de pescadores y pescadoras transcurrió en una verdadera maravilla natural del mundo, prodigada, además, por los altos niveles de bio-diversidad y conservación, con más de 900 especies de peces y plantas.
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«Entre laberintos» es recordatorio igualmente, a generaciones actuales y futuras sobre la existencia de personajes de vidas casi invisibles.
Entre los incógnitos predominan Juan (Pito) Almenares, descendiente de aborígenes, y Gabriela Meriño, una mulata amante de la mar y la pesca, protagonistas de una idílica e íntima historia de eternos enamorados.
También está reflejada la consagración del pescador Alfonso Ínsula, quién desde muy pequeño se consagró al fascinante y, a la vez, misterioso universo marino, del cual guarda su secreto. Cuando nació, la naturaleza lo confinó al mundo del silencio,
La dramática historia de Julio Almenares Guerra, amable y honesto hombre de mar, persona sencilla y humilde revive «Entre laberintos». Su voz tenía una dulzura notable, pero de momento se opacaba. Se convirtió en trotamundos ¿Qué le habrá ocurrido a Julio para asumir una conducta errante?
Recordar siempre a Gervasio Anaya, único Héroe del Trabajo de la República de Cuba del poblado de Santa Cruz del Sur. Él y su tripulación, en épocas gloriosas recibieron el reconocimiento social. En la actualidad Anaya es venerado con orgullo. La obra de instructor de artes plásticas Igor Lachicott Castillo, inmortaliza al pescador, patrón, durante unos 23 años, del barco langostero Argus VII
Y parafraseando a Eduardo Galeano: «No hay dos fuegos iguales. Hay fuegos grandes y fuegos chicos y fuegos de todos los colore», resaltaremos el ímpetu de algunos que no utilizaron sus voz para dar a conocer sus hazañas.
No están todos esos rostros entrañables, sino una representación, aunque mínima, de quienes, esperaban «en la cola de la historia».. .
Conocerán respecto a la destreza de quienes empuñan el chapingorro para aportar abundantes capturas de langosta, importante tesoro que la naturaleza regala al archipiélago Jardines de la Reina.
Y entre «los fuegos grandes», constan los héroes que laboran en el complejo oficio de la pesca del camarón. Doce horas es el tiempo que emplean para trabajar en la captura del crustáceo desde que se cala el primer lance (con la puesta del sol), hasta que se leva el último, a las seis de la mañana.