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Historia y Medicina: EL TENSIÓMETRO, ESE BRAZALETE QUE NOS APRIETA

La evolución del tensiómetro refleja la transformación de la medicina hacia prácticas más seguras, precisas y accesibles.

 

Robin Prieto

La comprensión de la circulación sanguínea comenzó con William Harvey (1578-1657), quien en su obra De motu cordis (1628) describió la sangre como parte de un circuito cerrado impulsado por el corazón, contradiciendo la creencia anterior de que esta se generaba continuamente en el hígado. Este descubrimiento marcó el nacimiento de la fisiología moderna.

A partir de estas ideas, el sacerdote y científico inglés Stephen Hales (1677-1761) realizó en 1733 la primera medición de la presión arterial en un caballo, demostrando que era posible cuantificar la fuerza con la que la sangre circula por las arterias.

En 1828, el médico y fisiólogo francés Jean Léonard Marie Poiseuille (1797-1869) introdujo el uso del manómetro de mercurio, estableciendo la medición en milímetros de mercurio (mmHg), unidad que aún se emplea en todo el mundo. No fue sino hasta 1855 cuando se realizaron los primeros intentos de medir la presión arterial de manera no invasiva, por parte del médico alemán Karl von Vierordt (1818-1884) quien desarrolló un método pionero, aunque todavía impreciso.

Posteriormente, el fisiólogo francés Étienne-Jules Marey (1830-1904) inventó en 1854 el esfigmógrafo, un dispositivo con un brazalete neumático que serviría como precursor del tensiómetro moderno. Sin embargo, el verdadero punto de inflexión llegó en 1881, cuando el médico austriaco Samuel von Basch (1837-1905) creó el primer esfigmomanómetro no invasivo funcional: una pequeña bolsa de goma conectada a un manómetro. Esta innovación permitió medir la presión sistólica de manera práctica y sin técnicas invasivas.

El avance definitivo ocurrió en 1896 con el médico italiano Scipione Riva-Rocci (1863-1937), quien introdujo el manguito inflable que envuelve el brazo, la perilla de goma para insuflar aire y el manómetro de mercurio. Su diseño, simple y confiable, se convirtió en el estándar mundial durante décadas.

En 1905, el médico ruso Nikolai Korotkoff (1874-1920) desarrolló el método auscultatorio utilizando un tensiómetro y un fonendoscopio colocado sobre la arteria braquial. Al identificar los sonidos generados por el flujo sanguíneo durante la liberación gradual del aire del manguito, logró medir tanto la presión sistólica como la diastólica. Esta técnica sigue siendo la base de la medición clínica actual.

Durante el siglo XX, los tensiómetros de mercurio se mantuvieron como el patrón de referencia debido a su precisión. Sin embargo, su uso comenzó a disminuir por razones ambientales. Desde la década de 1970, los dispositivos electrónicos basados en el método oscilométrico permitieron automatizar la medición, facilitando su uso en el hogar y en entornos clínicos sin necesidad del método auscultatorio. Actualmente, los tensiómetros digitales son ampliamente utilizados y continúan perfeccionándose en exactitud y accesibilidad.

Aunque algunas personas sienten incomodidad cuando el brazalete parece apretar demasiado, conocer esta historia permite apreciar que ese breve apretón es mínimo en comparación con los métodos rudimentarios empleados en los inicios de la medición de la presión arterial.

La evolución del tensiómetro refleja la transformación de la medicina hacia prácticas más seguras, precisas y accesibles. Desde los experimentos invasivos del siglo XVIII hasta los modernos dispositivos digitales, la medición de la presión arterial se ha convertido en un procedimiento vital para el diagnóstico y seguimiento de enfermedades cardiovasculares. La historia de este instrumento demuestra cómo la innovación científica impacta directamente la práctica clínica y el bienestar de la humanidad.