Bajo la sombra de los conflictos, expansionistas inescrupulosos se aprovechan para saquear, exterminar y robar territorios. Con el pretexto de la «democracia» o el «derecho imperial», se dan un festín, repartiéndose las tierras usurpadas, mientras los migrantes sufren.
José Douglas Lasso Duque
Archivista y Documentalista
Primicia Diario
La migración es un fenómeno tan antiguo como la humanidad, impulsado por la curiosidad, la necesidad o el simple deseo de encontrar bienestar. A lo largo de la historia, este movimiento ha sido un motor de grandes avances, beneficiando a la sociedad de maneras que a menudo damos por sentadas.
En la actualidad, sin embargo, la migración desborda las fronteras de los países más poderosos económicamente, generando tensión, hostilidad y agresión. Mientras algunos luchan por atravesar barreras que les impiden el paso, otros alzan nuevas para mantenerlos fuera, viéndolos como un peligro para sus intereses. Este problema se ha agudizado con los conflictos bélicos, que empujan a miles de personas a huir con miedo y desesperación en busca de un refugio seguro para ellos y sus familias. Se enfrentan a un panorama hostil que les niega toda posibilidad de una vida digna.
Esta situación global ha escalado en complejidad, revelando estrategias perversas que desvían la atención de intereses más oscuros. Bajo la sombra de los conflictos, expansionistas inescrupulosos se aprovechan para saquear, exterminar y robar territorios. Con el pretexto de la «democracia» o el «derecho imperial», se dan un festín, repartiéndose las tierras usurpadas. El genocidio del pueblo palestino es un ejemplo desgarrador de esta realidad.
Es crucial analizar los hechos con la inmediatez que ofrecen los avances tecnológicos. La trama de intrigas y polarización entre «países buenos» y «supuestamente malos» oculta una verdad perturbadora: mientras unos se presentan como defensores de la justicia y el planeta, en la práctica, se reparten y reacomodan territorios a cualquier costo. Así, la tierra de un pueblo masacrado se proyecta como un futuro centro turístico, mientras que a su gente se la somete al hambre, la humillación, el engaño y a una migración perenne en su propia tierra, vagando sin rumbo hasta agotar sus vidas entre la hambruna y el asesinato, despojados de todos sus derechos.
Todo esto nos lleva a cuestionar la fe y el amor. Al igual que en la canción de Yuri Buenaventura, nos preguntamos:
¿Dónde estás? Dios de raza cautiva Dios ecológico sin bombas radioactivas ¿Dónde estás Diosito? ¿Dónde estás Hermano? ¿Dónde está Dios amigo? ¿Dónde está?
La situación actual nos obliga a reflexionar: ¿estamos presenciando un tormento interminable o una lección para la humanidad?
Esta situación global ha escalado en complejidad, revelando estrategias perversas que desvían la atención de intereses más oscuros.