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«Las Palabras del Cuerpo»: UN GRITO LITERARIO EN LA ERA DE LA VULNERABILIDAD Y LA TRANSFORMACIÓN

Escritora Piedad Bonnett

 

La Feria Internacional del Libro de Bogotá (FILBO) 2025 ha dado en el clavo al elegir como lema «Las palabras del cuerpo», una propuesta que resuena con fuerza cinco años después de una pandemia que nos devolvió la cruda conciencia de nuestra fragilidad física. Así lo expresó con elocuencia la escritora Piedad Bonnett en su discurso inaugural, un llamado a la reflexión sobre la compleja relación entre el cuerpo, la sociedad y la literatura en el siglo XXI.

Bonnett evocó los meses de distanciamiento impuestos por la pandemia, donde cuerpos intocables parecían metaforizar un mundo en el que lo virtual desplaza lo táctil. Esta irrupción ocurrió, paradójicamente, en una época de veneración y cuidado extremo del cuerpo, una sociedad aséptica obsesionada con la juventud, la salud y una medicina cada vez más prodigiosa.

Sin embargo, la escritora alertó sobre la mercantilización y la manipulación del cuerpo en la era de las pantallas, citando al filósofo Pascal Bruckner y su visión de una «humanidad de clones» producto de la cirugía estética y la congelación de óvulos en jóvenes. Esta fiebre por la imagen idealizada, aunque a veces monstruosa, encierra también una «enorme revolución» que consagra el derecho fundamental a la autonomía corporal, desafiando determinismos biológicos y replanteando las nociones de sexo y género.

Bonnett celebró los avances en la conquista de derechos como el aborto para las mujeres y la creciente lucha contra el acoso y la violencia sexual. Asimismo, abogó por la legalización de la muerte digna y el fin de la estigmatización de la diversidad sexual, el suicidio, la enfermedad mental y otras cuestiones tabú relacionadas con el cuerpo. En este contexto, la literatura se erige como un espacio de exploración de las contradicciones y ambigüedades de lo humano, un ejercicio de preguntas más que de afirmaciones rotundas.

«No hay escritura sin cuerpo», sentenció Bonnett, citando a Jean Luc Nancy. El cuerpo como umbral, como productor de grafía, pensamiento e imaginación, a través del cual fluyen las experiencias y sentimientos de los personajes. La literatura, entonces, se convierte en una prolongación de ese cuerpo, una herramienta para conocer, romper, transgredir, develar, acusar y dolerse.

En un mundo marcado por la violencia y la instrumentalización de los cuerpos, la literatura del siglo XXI se enfrenta a interrogantes lacerantes: la violación colectiva, el trans feminicidio, el feminicidio diario, el racismo, la exclusión del migrante, el sinsentido de las guerras, la autoexigencia laboral, el manejo de la salud mental y los excesos de drogas. También se cuestiona la desdibujación del cuerpo ante la Inteligencia Artificial y la pérdida de la interacción personal en la era digital.

Bonnett recordó cómo la literatura colombiana siempre se ha ocupado de las múltiples violencias del país, desde la poesía de Charry y Roca hasta la crudeza de «La Vorágine» y la memoria de «El olvido que seremos». Mencionó las crónicas de Patricia Nieto en «Los escogidos», donde la adopción de cadáveres arrojados por el río se convierte en un acto de humanidad frente al olvido.

Finalmente, citando a Rosa Montero, Bonnett afirmó que «escribimos para perderle el miedo a la muerte», un acto que nos permite vivir doblemente, acercarnos a los otros y reafirmar la profunda conexión entre el alma y el cuerpo, tal como lo expresó la poeta peruana Blanca Varela: «este hambre propio existe, es la gana del alma que es el cuerpo».