Opinión, TOP

     «El Panóptico»: «EL DOMO DE CALOR Y LA GUERRA TOTAL»

Ola de calor en Europa

Jhonny Alexis Lizcano L.

 

Una enorme ola de calor conocida como «domo de calor» está azotando por estos días al suroeste de Europa, con temperaturas superiores a los 43 grados centígrados, ocasionando calor extremo y afectaciones para la salud humana, animal y medioambiental. En momento en que la humanidad, respira los aires de una eventual guerra total en el viejo continente.

Según los cálculos iniciales el denominado anticiclón podría empeorar en el mes de julio, en países como España, Italia, Grecia. Así como en el sur oeste y centro de Europa, como efecto colateral del fenómeno climático, que suele distinguirse por la aparición de una especie de cúpula que atrapa el calor cerca del suelo e impide su disipación, propagando la extensión masiva de temperaturas severas y un calor bochornoso.

Recordemos que de acuerdo a muchos ambientalistas los «domos de calor son sistemas de alta presión que se asientan en un lugar determinado durante un largo periodo de tiempo, creando un peligroso ciclo de ascenso y descenso del aire caliente». Impidiendo incluso la formación de nubes que podrían apaciguar o aliviar la reducción o enfriamiento de las temperaturas. En particular durante la noche.

Lo anterior entonces no es una alarma, sino un llamado de atención a los frecuentes y reiterados anuncios de la comunidad científica mundial, sobre el voraz efecto que trae consigo el cambio climático, su efecto invernadero y el calentamiento global.

Que además podría estar asociado a los conflictos bélicos o guerras en Rusia, Ucrania, Franja de Gaza, Israel e Irán. Por la altísima polución química o biológica, y los efectos que producen las armas de destrucción masiva, en un escenario de confrontación militar como el actual.

Según cifras recientes el aire, el agua y el suelo de Ucrania se han contaminado en más de un 60%, con sustancias tóxicas debido al «aluvión constante de ataques» a sus infraestructuras como: refinerías, plantas químicas, instalaciones energéticas, depósitos industriales y oleoductos.

Ya las Naciones Unidas en su Comité de Seguridad en el mes de mayo, había expresado su preocupación por las implicaciones ambientales que acarrea cualquier conflicto armado para la sostenibilidad del planeta. Sumado a los riesgos en seguridad alimentaria, salubridad y violación a los derechos humanos, que a la fecha son incalculables y descomunales.

Pero lo cierto es que mientras el clima geopolítico mundial está atravesando un panorama de incertidumbre y tensión, el planeta sigue expresando su inconformidad y malestar por el abuso o desprotección de los recursos naturales y ambientales.

Por eso resulta controvertible e irónico que las grandes potencias justifiquen la intervención militar para garantizar la seguridad mundial, cuando son ellas mismas, quienes generan mayor contaminación y riesgos para el equilibrio o bienestar de la humanidad y los ecosistemas naturales.