Jhonny Alexis Lizcano L.
Uno de los deberes y responsabilidades inherentes del periodismo es develar la verdad oculta, contradecir los poderes hegemónicos o arbitrarios, servir de puente de acceso a la libertad de información, la democracia y la opinión pública. Pero sobre todo, denunciar los atropellos, el abuso del poder y las atrocidades que se cometen frente a la vida y los derechos fundamentales.
Pero lo que está aconteciendo hoy en Gaza en el enclave palestino es desgarrador, canalla y miserable. Pues su etnia, cultura y población están siendo literalmente masacradas, desaparecidas y sometidas a su extinción total. Por eso el término de genocidio, podría moderadamente describir la narrativa del conflicto que a la fecha según datos del Royal Holloway College de la Universidad de Londres, podrían estar superando las 100.000 víctimas. Mientras la comunidad internacional y en particular las Naciones Unidas, siguen dilatando su intervención o disolución del conflicto con los denominados «Cascos Azules».
Situación que no parece ser la solución actual de la diplomacia de turno. Ni mucho menos la agenda política internacional del Comité de Defensa y Seguridad de las Naciones Unidas, como tampoco el deber de la OTAN.
Lo que estamos viviendo hoy en Gaza, es también un genocidio y atropello a la libertad de información con fines políticos y económicos. Pues es evidente el ocultamiento de los datos y cifras reales de las víctimas en el enclave palestino, como además la precaria ayuda humanitaria y la violación sistemática de los protocolos mínimos, que Israel debe garantizar con la población afectada en territorio.
La manipulación mediática e informativa de Netanyahu, también ha sido clave como arma de aniquilación y destrucción. Pues el gobierno de Israel, sigue evitando a toda consta el ingreso a la zona palestina de los medios de comunicación, grupos de ayuda humanitaria, ONGs o gobiernos facilitadores. Bajo la premisa de ocultar la verdad y apaciguar la dantesca realidad infernal que padece Gaza.
Recordemos que las cifras demográficas de heridos, fallecidos y desaparecidos de la guerra eran inicialmente reportadas por el Ministerio de Salud local. Pero como el escenario rápidamente salió de control, muchas organizaciones humanitarias emprendieron afanosamente el trabajo científico y social de sistematizar los impactos del conflicto. Sin mayor apoyo o colaboración de los actores armados.
Ahora los datos de dicho trabajo independiente están arrojando otra cifra alarmante, conocida como «muertos indirectos de la guerra», calculados por los investigadores en 8.540 actualmente. Es decir, todas las personas que murieron por desnutrición o enfermedades en condiciones de guerra. Restando aquellas que habrían muerto por vejez o enfermedades independientes de la guerra, pero que por la presión o estragos del conflicto aceleraron su deceso.
A su vez el estudio ha permitido calcular con un cierto grado de precisión, que más del 30 por ciento de las muertes directas corresponden a menores de 18 años. Otro 22 por ciento son mujeres y alrededor del 4 por ciento son personas mayores de 65 años. Siendo la mayoría de los muertos hombres entre los 15 y 49 años de edad.
Pero quizás el dato más significativo y crudo que demuestra el nivel exponencial de la guerra en Gaza, es la de los niños. La cual podría superar la cifra de 2.000, según cálculos iniciales.
Por eso enfatizar que la guerra en Gaza es medible a la pérdida o muerte del cuatro por ciento de la población mundial, no es cosa pasajera o efímera. Sino la cruda realidad de una guerra vigente que no parece tener tregua cercana. Pero si la garantía de convertirse en el mayor conflicto bélico mundial del siglo XXI.


Lo que está pasando en Gaza es la muestra de la deshumanización, del hambre de poder y dominio, la fiel codicia que las naciones más poderosas, ricas o desarrolladas imponen a otras débiles y que viven en condiciones mínimas y que según el pensar de los opresores no debían existir. Entonces vemos escenarios como los de Gaza personas muriendo por los enfrentamientos, otros que mueren por falta de medicamentos para atender sus heridas, los que no tienen recursos para poder salir de ahí y vivir solo de lo que pueden obtener o recibir como dádiva . Y así finalmente van muriendo por hambre, enfermedades, infecciones,etc y eso es lo que quieren sus atacantes acabarlos , exterminarlos , no solo es deshumano , es un acto vil, infame y de cobardes y cuando veamos caer a las potencias, ojalá no preguntemos por qué?
La ceguera que produce el poder, esa sed inagotable de querer dominar, es la que está llevando al límite a todas las naciones. Como es posible que a estas alturas de este siglo este ocurriendo está guerra, como si no fuese suficiente las cicatrices que dejaron las anteriores y llegar al extremo de querer desaparecer una población entera, donde la vida , el respeto y el amor al projimo no vale nada. Cual será este fin? Valdrá la pena? Que nos espera? Serán preguntas que el mismo tiempo dará las respuesta, pero creería que nada alentadoras.