La verdadera libertad nace cuando tomas conciencia de tus emociones, las aceptas y decides cómo actuar.
Un antiguo relato japonés cuenta la historia de un belicoso samurai que, buscando entender los conceptos de cielo e infierno, desafió a un maestro zen.
«Explícame qué es el cielo y el infierno»: exigió con arrogancia.
El maestro zen lo miró con desdén y respondió:
«No eres más que un patán. No puedo perder
el tiempo con alguien como tú»
El samurai, herido en su orgullo, sintió la ira crecer dentro de él. Enfurecido, desenvainó su espada y gritó:
«¡Podría matarte por tu insolencia!»
Su rabia lo había consumido por completo, listo para actuar sin control.
Con una calma absoluta, el maestro le dijo:
«Eso, precisamente, es el infierno»
En ese instante, el samurai fue sacudido por la verdad de sus palabras. Había caído en la trampa de sus propias emociones.
Conmovido y avergonzado, el samurai enfundó su espada, inclinándose en agradecimiento.
Había aprendido algo invaluable.
El maestro lo miró y añadió con serenidad:
«Y eso, es el cielo»
Este relato nos recuerda que el cielo y el infierno no son lugares externos, sino estados internos. El infierno es dejarte arrastrar por la ira y la reactividad. El cielo es encontrar paz y control sobre tus emociones.
Al igual que el samurai, todos tenemos el poder de elegir. El primer paso es conocerte a ti mismo.
La verdadera libertad nace cuando tomas conciencia de tus emociones, las aceptas y decides cómo actuar.