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EDITORIAL: EL REMEDIO ES PEOR QUE LA ENFERMEDAD

Editorial

 

Es triste y vergonzoso que un país, como Colombia, donde se roban los recursos públicos de la salud, y se ocasiona la muerte de miles de colombianos, el Gobierno y el Congreso busquen a través de una ley para reformar la salud, premiar  a los delincuentes; y que se siga castigando a los contribuyentes.

 

La reforma está diseñada para acabar con el único sistema de defensa de los colombianos, como la tutela para obligar a los conglomerados financieros que se convirtieron en las EPS a entregar medicamentos, realizar intervenciones quirúrgicas y exámenes, entre otros procedimientos.

 

Sin embargo, se busca transformar los recursos públicos en privados para evitar que cualquier delito que se haya cometido con el abuso de los dineros sagrados de la salud no tengan problema alguno, y puedan seguir recibiendo los recursos estatales, según denuncias de la Contraloría y de algunos congresistas.

 

Las EPS «se van a acabar», anunció hace poco el Gobierno. Ahora, revisando el proyecto de la reforma a la salud, encontramos que solamente se les cambiará  la denominación cuando solo les cambiarán el nombre a gestoras de salud, para poder seguir manejando los megapresupuestos estatales sin ninguna vigilancia.

 

La reforma, que según estudios en ningún momento beneficia a los colombianos, es una propuesta inspirada en la del Banco Mundial, que también busca mejorar el negocio de  las compañías de seguros.

 

Hoy, sin problema alguno, los conglomerados financieros de la salud realizan loby en el Congreso de la República para que avance, sin ningún contratiempo, el adefesio de «reforma». Incluso se ha denunciado que varios congresistas que avalarán la propuesta han recibido recursos económicos, y otros siguen recibiéndolos de estas organizaciones.

 

Es triste y vergonzoso que le hagan creer a un país que, ante todo, se defienden los intereses ciudadanos frente a los intereses de los grandes conglomerados económicos de la salud; pero encontramos que es falso.

 

Colombia necesita de unos gobernantes, congresistas y clase dirigente decentes, que no busquen el enriquecimiento particular con la miseria y la muerte de la mayoría de los habitantes de este país.