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ERNESTO SAMPER: «EL PROCESO 8 000 ME PRODUJO UNA SENSACIÓN AGRIDULCE»

Samper4«Mi Gobierno le entregó a la fiscalía los documentos para abrir el  proceso 8 000»

 

 

Juanita Vélez Falla

Especial para Primicia

 

El expresidente Ernesto Samper Pizano reveló para Primicia que el general Rosso José Serrano hizo una serie de allanamientos en Cali que le permitieron recopilar todo el material, la información y la contabilidad que llevaba el «cártel de Cali» sobre sus colaboraciones con los políticos. Me acuerdo que el general me dijo: «El ministro de Defensa, Fernando Botero, me ha pedido que le entregue todo este material. ¿Cuáles son sus órdenes?». Y yo le dije: «Cumpla las órdenes del ministro de Defensa entregándole una fotocopia, pero entréguele los originales a la Fiscalía».

Sobre «el elefante», símbolo del proceso 8 000, sostuvo: «Yo creo que en todo el proceso judicial que se me siguió quedó claramente demostrado que los elefantes no son como los pintan. O por lo menos como los pintó  monseñor Pedro Rubiano».

El expresidente habló de su gobierno, de las deslealtades que vivió y las preguntas que más le costó contestar. La entrevista con Primicia se desarrolló en los siguientes términos:

¿Qué tanto lo marcó personal y políticamente el proceso 8 000?

El proceso 8 000 me produjo una sensación agridulce. Y te voy a decir algo que no he comentado tal vez en público nunca. El proceso 8 000 no tenía nada que ver conmigo. El general Rosso José Serrano hizo una serie de allanamientos en Cali que le permitieron recopilar todo el material, la información y la contabilidad que llevaba el «cártel de Cali» sobre sus colaboraciones con los políticos. Me acuerdo que el general me dijo: «El ministro de Defensa, Fernando Botero, me ha pedido que le entregue todo este material. ¿Cuáles son sus órdenes?». Y yo le dije: «Cumpla las órdenes del ministro de Defensa entregándole una fotocopia, pero entréguele los originales a la Fiscalía».

SAMPER 1«Yo creo que en todo el proceso judicial que se me siguió quedó claramente demostrado que los elefantes no son como los pintan. O por lo menos como los pintó  monseñor Pedro Rubiano».

 

¿Es decir su Gobierno enteró a la Fiscalía con los detalles del 8 000?

Por una decisión del Gobierno fue que la Fiscalía tuvo acceso a todos los datos que le permitieron desarrollar el proceso 8 000, y que no tenían nada que ver con la financiación de mi campaña, sino con el involucramiento no solamente de políticos, también de banqueros, de empresarios, de personalidades del fútbol, de la farándula, de periodistas, que de alguna manera tenían relaciones con el «cártel de Cali». Siempre me he preguntado por qué no se hizo el 8 000 de los banqueros. Por qué no se hizo el 8 000 de los empresarios y los constructores. Por qué no se hizo el 8 000 del fútbol.

¿Pero entonces por qué cree que se asocia directa y personalmente con usted?

Como algunos de esos parlamentarios participaron en las elecciones que me llevaron a la Presidencia, y como lo que les interesaba era llegar hasta la cabeza del poder Ejecutivo a los sectores que de alguna manera montaron la conspiración sobre el proceso 8 000, pues, obviamente, el interés era que yo fuera el único chivo expiatorio del proceso. Ya era tan conocido el proceso 8 000 que, simplemente, era encontrar un chivo expiatorio. Que no lo consiguieran, esa es otra historia.

¿Pero sí lo marcó?

Por supuesto, porque la circunstancia de estar preocupado por una situación que lo afecta a uno personalmente, pero marcar una distancia respecto a lo personal para poder seguir gobernando, inclusive los problemas creados por ese problema, pues obviamente es una presión muy grande. La sentí, la viví. Por supuesto que sí.

¿Qué tanto daño hizo la metáfora del elefante?

Obviamente, hizo daño porque de alguna manera le dio un símbolo a mis detractores. Pero yo tengo las mejores relaciones con los elefantes. Es más, yo creo que en todo el proceso judicial que se me siguió quedó claramente demostrado que los elefantes no son como los pintan. O por lo menos como los pintó  monseñor Rubiano.

En el grupo que lo rodeó durante su gobierno, ¿sintió deslealtad en algún momento? ¿Cómo la manejó?

Claro. Y a uno le duelen mucho más que los ataques acérrimos de los enemigos, las deslealtades de los amigos. Porque uno está preparado para enfrentar a los contradictores, pero nunca está preparado para el «fuego amigo». El fuego dentro de la misma trinchera. Al final, yo seguí una máxima, creo que era de Marco Aurelio, que dice: «Lo único que puedo decirles a mis enemigos es que haré todos mis esfuerzos por no parecerme a ellos».

Usted ha sido duramente criticado por no tener una supuesta autoridad moral para referirse al problema de la droga. ¿Qué les responde a esas personas?

Seguramente ellos no tienen la autoridad moral para hacer ese juicio, porque la primera persona que se refirió al tema de la legalización de las drogas en Colombia fui yo hace 30 años, cuando propuse la legalización de la marihuana; y si algún Gobierno puede mostrar unas acciones contundentes contra el narcotráfico fue el que yo presidí. Los otros gobiernos, que no fueron tan señalados, por supuesto, como el mío, no restablecieron la extradición, sino la prohibieron; no persiguieron los bienes de los narcotraficantes, sino que se hicieron los de la vista gorda, pactando con ellos el sometimiento; no desmantelaron algunos de ellos los carteles, sino que convivieron con ellos. Entonces ahí está la balanza. Que la gente juzgue las dos actitudes y determine cuál tiene más o menos autoridad moral.

¿Cree que pensar las drogas como un problema de salud vale la pena si la última palabra la tiene Estados Unidos?

Precisamente, el esfuerzo que se está haciendo es para que la última palabra no la tenga Estados Unidos. El tema de encontrar una política alternativa frente a las drogas es una tarea que involucra el desmontar el bloque prohibicionista que ha estado impidiendo que haya una política distinta. Que ha estado interesado en fines económicos e ideológicos, pero no políticos; y que ha hecho que la política sea de prohibición y no de prevención, de educación y de alguna manera, regulación, como la que he venido proponiendo.

SAMPER«Siempre me he preguntado por qué no se hizo el 8 000 de los banqueros. Por qué no se hizo el 8 000 de los empresarios y los constructores. Por qué no se hizo el 8 000 del fútbol».

 

 

Humberto de la Calle fue vicepresidente durante su gobierno ¿Usted cree que está haciendo un buen papel como jefe negociador del gobierno Santos?

Sí. Y así como tuve profundas diferencias con él cuando se desempeñó como vicepresidente, también he tomado la determinación, por la paz del país, de cerrar ese capítulo. Y cerrando ese capítulo, pienso que está cumpliendo un buen papel.

Usted dijo alguna vez que quería ser expresidente. ¿Se considera mejor expresidente que presidente?

Ser presidente de Colombia cuatro años es como ser presidente de Suiza cuarenta años. Entonces la mejor condición de ser presidente es poder llegar a ser expresidente. No es fácil llegar a ser expresidente en Colombia, porque la gente no sabe qué hacer con uno, pero tampoco sabe qué  hacer sin uno. El presidente Santos me regaló un libro que se llama «El club de los expresidentes», donde se analiza el papel que cumplieron a lo largo de la historia todos los presidentes de Estados Unidos desde 1930. Curioso ver cómo existen unas similitudes muy parecidas entre lo que es el club de expresidentes de Colombia y el club de expresidentes de Estados Unidos.

¿Todos los expresidentes?

Hay expresidentes que no se resignan al hecho de haber salido y quieren seguir gobernando. Tenemos de esos. Hay otros expresidentes que se sienten menospreciados y acomplejados frente a lo que hacen los otros. También tenemos de esos. Otros que renuncian totalmente al poder y resuelven dedicarse a cosas absolutamente extrañas en el poder, como el caso de la cultura. Tenemos de esos.

¿Cuál es el papel de los expresidentes?

Pienso que el papel de los expresidentes debe ser el tratar de colaborar con la experiencia y con el nivel de credibilidad que la da un expresidente, el que no tenga ningún interés distinto a ayudar a que al presidente le vaya bien. Cuando se está de presidente siempre se tiene la sospecha de que lo rodean interesadamente.

¿Recibió algún consejo?

Creo que sí, fue el consejo que recibí de muchos expresidentes, cuando estuve de presidente. Espero que mi condición de expresidente corresponda a un papel lo suficientemente discreto para que no se piense que estoy cogobernando, pero lo suficientemente activo para que sepan que estoy aportando. Aportar no es solamente apoyo, sino cuestionamientos, críticas, reflexiones y advertencias.

¿Cuál ha sido la pregunta más difícil que le tocó contestar por parte de un periodista durante su gobierno?

Afortunadamente me dijiste que en el gobierno, porque si no hubiera dicho que esta  es la pregunta más difícil que me han hecho. Los periodistas tienden a creer que lo sorprenden a uno con las preguntas, pero cuando uno se da cuenta de que muchos periodistas piensan igual y creen que están haciendo la pregunta clave, siempre uno termina acuñando una respuesta que le permite salir del paso.

¿Alguna pregunta que lo confundiera?

A mí las preguntas que más me confundían eran las preguntas que involucraban, por ejemplo, fechas históricas o memorables de mi vida. Por ejemplo: ¿qué sintió usted el día que recibió la primera comunión? O ¿cuándo fue el día más feliz de su infancia? Todo lo que sea para mí citar hechos o situaciones me cuesta mucho trabajo, porque son «preguntas disparo». Como conteste sí o no, le gustan las pastas en ayunas o no. Ese tipo de preguntas son las que, generalmente, me parecen más difíciles.

Si tuviera que decir solo una pregunta que le hayan formulado  en materia política, ¿cuál sería?

Quizá una que me hicieron al final del Gobierno, un poco a bocajarro, que fue: ¿De qué se arrepiente de no haber hecho? Pero no como obras, sino un arrepentimiento personal. Esa pregunta se me hizo tal vez el 4 o 5 de agosto en una inauguración que estaba haciendo.