Las nuevas generaciones están sedientos de cultura. Niños en la Isla de Barú.
Carlos Villota Santacruz
Bogotá D.C.
Primicia Diario
A menos de 8 meses de las elecciones regionales en Colombia que definirán la composición de Gobernaciones, Alcaldías, Asambleas, Concejos y Juntas Administradoras Locales (caso de Bogotá) se levantan varios interrogantes en torno a la construcción de la paz, desde la óptica de la cultura, en particular entre las nuevas generaciones.
Si bien el país, a lo largo del año se realizan más de 3.000 ferias o fiestas populares, incluidos el Carnaval de Barranquilla y el Carnaval de Negros y Blancos –Patrimonios de la Humanidad- edificar espacios y escenarios culturales a partir de la música tradicional, es el gran reto de una nación con 48 millones de habitantes, con 32 departamentos, 5 regiones y una diversidad cultural que se gesta en la costa, pasa por la zona andina y culmina en Nariño, donde el culto a la guitarra y a la poesía está a «flor de piel».
Existen cinco generaciones de colombianos que no han conocido un minuto de paz. La razón, el país ha experimentado todas las formas de violencia derivadas del narcotráfico, el contrabando, la corrupción y la delincuencia organizada entre otros.
En palabras del ex Vicepresidente Angelino Garzón, la paz, es «el bien más preciado de una sociedad, que representa la salud de la nación. La paz no se construye no solo a partir de la ausencia del conflicto, sino que debe partir desde la trasformación de los ciudadanos con su entorno, como seres humanos»
En esa línea, desde Medellín, la Maestra Silvia Zapata –Directora de Colombia Canta y Encanta- una agrupación cultural de niños y niñas de 5 a 16 años, que se ha presentado en los cuatro puntos cardinales del país, en Viena Austria y en Miami, en los Estados Unidos, se preguntó con su equipo: ¿cómo contribuir a la construcción de la paz? La respuesta, fue inmediata, cultivando y no dejando morir la música colombiana.
El Papa Francisco dijo. «La paz no genera riesgos sino retos». Es decir una tarea que no puede esperar a que se firme un documento de desmovilización de la guerrilla de las FARC. Esta es tal vez, la clave del trabajo de la Maestra Zapata, que entendió que la educación y la pedagogía con niños y niñas, impacta en sus proyectos de vida, se convierte un capital humano activo para el país, trasformando una ciudad de como Medellín y el departamento de Antioquia.
En el trabajo cultural que desarrolla Silvia Zapata, le acompañan sus hijos. A lo largo del tiempo ha sido coherente entre lo que se piensa, se dice y se hace. Por eso, es un «semillero» de oportunidades para todas las niños y niñas que llegan a Colombia Canta y Encanta, para aprender a tocar un instrumento como la bandola, la guitarra, la flauta o el tiple.
De esta escuela musical –única en el país y América Latina- comienzan a brotar «estrellas» de la música como Michael, Esmeralda y Juanc –por citar algunos nombres- del centenar de niños, niñas y adolescentes que se forman semana a semana en su sede, una casa acondicionada para cultivar desde sus raíces la música colombiana, en el barrio El Estadio, en la ciudad de Medellín, a pocos metros del Estadio «Atanasio Girardot», donde el Atlético Nacional y el Independiente Medellín, disputan sus partidos.
En resumen, los niños y niñas de esta agrupación cultural antioqueña son líderes, con una visión de ciudad-región, de país. Con capacidad de asumir riesgos y transformarse en un artistas que dejan un mensaje de paz, en cada una de sus presentaciones, como ocurrió en el Festival del Mono Núñez en Ginebra o el 29 Festival Nacional de Música Colombiana, en la ciudad de Ibagué.
Los niños y niñas de esta agrupación cultural antioqueña son líderes, con una visión de ciudad-región, de país. Con capacidad de asumir riesgos y transformarse en un artistas que dejan un mensaje de paz.