Cultura, TOP

Antoval : «EL ESPORÁDICO»

Antonio Valencia, Antoval, es el veterano del periodismo colombiano que a sus 83 años, sigue luchando como reportero raso o en el argot periodístico como «carga-ladrillos» . Acaba de fundar el periódico «El Esporádico», el cual  «Aparece el día menos pensado».

 

 

 

 

 

 

Antonio Valencia, Antoval, es el veterano del periodismo colombiano que a sus 83 años, sigue luchando como reportero raso o en el argot periodístico como «carga-ladrillos» . Acaba de fundar el periódico «El Esporádico, el cual  «Aparece el día menos pensado».

Un extraordinario conversador, cuando saborea un amarillo,produce una lluvia de ideas. Es por ello, que Primicia Diario, quiso invitarlo a una entrevista que se desarrolló en los siguientes términos:  .

  • Usted creó recientemente un periódico, El Esporádico. ¿Dónde nació la idea y por qué?, ¿Es tan esporádico como dice su cabezote? El Esporádico está escrito todo por usted, con humor, precisión y crítica. ¿Cuándo sabe usted, no el público, que va a circular?  ¿Usted vive de la profesión? ¿Si le alcanza, vive bien?

El Esporádico nació así: De improviso. «Aparece el día menos pensado»  y esta divisa «intelectual»  me concede tiempo para reclutar material sobre la triste realidad de Colombia, a merced de los corruptos incrustados en el Estado y los cuadros del Poder. De pronto caen «avisitos»  y contribuciones generosas. No ambiciono hacerme rico con esta suerte de periodismo… esporádico. Mi meta es servir los intereses de la verdad, la ética, la moral y la justicia, me convenzo a mí mismo que este es un periodismo de crítica y denuncia, y es tan esporádico que no tiene fecha de circulación; en dos o tres meses aún estoy entregando ejemplares gratis. Le resumo varias preguntas: El Esporádico sale cuando tiene una modesta pauta, el público lector ya lo pregunta con afán; cuando creo tener lo suficiente económico lo lanzo a la impresión y listo lo hago circular en los cafés tertulia, universidades, lo entrego en la calle, cuando descubro lectores potenciales. No hay ayuda mermelada y de aparecer la rechazaría. El periodismo industrial que es mi competencia no me desvela y como los «grandes»  no me determinan, eso me deja tranquilo en mi diario quehacer. La Corte Constitucional dijo que el periodismo es un oficio. Aquí se justifica mi empirismo, no soy profesional, pero vivir sin dinero y estrecheces es todo un arte, no me lamento. Parodiando a Diógenes, el filósofo del tonel, digo «para qué plata uno tan pobre» .

  • Usted tiene fama de asistir a cócteles con grandes personajes de la vida bogotana. ¿Cómo se las arregla para estar entre la élite capitalina?

Si tengo larga cola de dinosaurio nadie la ve, pues en los cocteles no molesto a los personajes ni a los anfitriones. En un ágape etílico con buenos pasabocas Germán Arciniegas me enseñó el truco de tener en la mano un largo vaso de agua con whisky toda la noche. Por lo demás, alguna fama tengo y corre, para sostener amables conversaciones. La manía de los cócteles ya desapareció de mis afanes, pero la tertulia con amigos permanece en Chantonner, El Automático, San Café de Bogotá y otros.

  • ¿Qué recuerdos mantiene de su Quindío, su Departamento?

Siempre lo he dicho, El Quindío es la tierra adorada del tercer día de la Creación. Dios en su infinita sabiduría trasladó el edén a esta parte de Colombia. Añoro volver mis pasos al terruño en el cual nací, Filandia «La Colina Iluminada» . Los recuerdos del Quindío y sus pueblos, Armenia y Calarcá llegan a la mente en presuroso tropel de amor y de añoranza. Mis huesos, sin duda alguna, volverán un día, un día, a la tierra amada. Amén.

  • ¿Dónde nació, cuándo salió de su pueblo quindiano, porqué y qué se puso hacer?

Nací en la vereda Pativilca municipio de Filandia, antes Caldas, un 7 de junio que vi la alborada de la vida. Modelo 1934. Soy campesino por lo tanto, hijo de sencillos labriegos. De ellos aprendí el amor a los surcos, a las semillas, al trabajo honrado. Mi padre fue agente de policía municipal allí; a los 7 años ingresé a la escuela, hice 2 cursos de primaria; emigró mi familia a Circasia huyendo a la violencia política. Tenía entonces 11 años. Electo presidente Mariano Ospina Pérez en 1946, mi progenitor renunció al cargo de policía; le dieron de cesantía por 14 años de servicio $ 70. Hice en Circasia 2 años más de primaria, para 4 de estudios elementales. Es todo el «arsenal académico»  que alcancé entonces. Leyendo, consultando libros, aficionado por cualquier papel escrito que encontrara en el suelo, he logrado la superación por la disciplina personal. Me apasiona todo lo bello, el universo entero, la poesía, el arte, los buenos libros, el paisaje del mundo, los buenos amigos.

  • ¿Qué nos cuenta de su niñez y juventud?

En Circasia, el sacerdote Francisco Londoño, quien dictaba religión en el Colegio Libre, cuarto de primaria, ordenó que sus alumnos debíamos vestir traje negro para ir los domingos en fila india, a misa. Mi padre había agotado totalmente los $70 en la manutención de mi madre, mis cuatro hermanos pequeños y pago de arriendo de dos pequeñas piezas. Allí, frisando los 13 años escuché con horror que habían asesinado a Gaitán.

Entonces yo era «secretario del directorio» : pegaba los afiches del líder y repartía los volantes de sus campañas que llegaban de Bogotá. Vendía helados en un establecimiento; antes había trabajado en cafés, sirviendo cerveza, licores y café, empanadas y buñuelos. Ganaba pesos extras lavando los pisos y los baños del lugar a la madrugada; en los ratos nocturnos hacía dibujos y caricaturas a tinta china y lápices; más de un parroquiano fue víctima de mi arte, pero me apreciaban en el pueblo. Como no se pudo adquirir el vestido negro mi padre declaró irse a trabajar la tierra, de jornalero; eso habían sido su infancia y juventud. Recuerdo haberle dicho: «No estudio más, me voy con usted a jornalear» . Aprendí aserrío de árboles, sembrar yuca, cosechar maíz, ordeñar, desmatonar potreros, coger café… En las noches continuaba haciendo «monos” a la luz de velas de sebo. Toda esa «producción»  se perdió a lo largo de los años. Los oficios rudos del campo me formaron; no perdí ni pubertad ni juventud, me hice y lo digo humildemente, un hombre de bien. En el fondo, soy un campesino íntegro y también he cometido algunos versos.

  • Cuénteme de su vida como caricaturista. Anécdotas de este oficio en Bogotá. ¿Cómo ha sido su actividad periodística, dónde ha trabajado? ¿Cómo ha sido su vida en Bogotá? ¿Con quién ha departido y qué anécdota destacada tiene del oficio?

Dejé los surcos y «la cultura de coger café” a los 27 años. Trabajando en las noches caricaturas de mi ingenio, hice un cartón referente a la violencia política en Armenia y los pueblos quindianos; lo presenté a Germán Gómez Ospina a quien conocía desde Circasia; me envió con el trabajo artístico a Diario del Quindío, pregunté por el director. Conocí entonces a Miguel A. Capacho y Aldemar Rojas Martínez; sabía de ellos que luchaban como periodistas empíricos contra la violencia política y su valor civil pude apreciarlo en los siguientes días. Aceptó Capacho la caricatura, prometió publicarla en primera página al siguiente día, salió en fotograbado pero se apreciaba el mensaje. Inventé un personaje perseguido, José Dolores quindiano, el hombre campesino, pobre, con hijos famélicos, acosado por los «pájaros»  Fue un éxito. Entre tanto, alternaba las labores de campo con mi padre en una finca cercana a Armenia. Un buen sábado Capacho le dijo a su secretaria Doris quien era tesorera: «Hágale un vale a Valencia por $20, pero que siga haciendo las caricaturas» . Mayúsculo fue mi asombro: En la finca, «tirando azadón»  o cogiendo café en 6 días sólo ganaba 18 pesos. El director quien fue mi maestro en periodismo, me invitó a vincularme como colaborador. Por muchos años laboré allí con noticias y comentarios de buen recibo.

Me codeé con los intelectuales que frecuentaban las oficinas del diario. Cuando me trasladé a Bogotá ingresé a Radio Sutatenza, luego al Noticiero Todelar, pasé a El Siglo, escribí en Orientación, la tribuna de la Patria, radio periódico combativo de Juvenal Betancur; fundé el periódico Jornadas Penitenciarias en esta capital. En Armenia dirigí Actualidad y La Palabra; hoy todos están muertos por inanición económica. Mi periplo periodístico empírico, abarca también Medellín y Barranquilla.

Por mi labor gané el Premio Nacional de Periodismo Simón Bolívar en 1981; también primer puesto de Periodismo Militar de la Escuela de Cadetes José María Córdoba, Ejercito Nacional, con una crónica y fotos sobre la formación del oficial publicada en El Siglo donde trabajaba de planta en 1971. He recibido también otras meritorias distinciones. Me he rodeado de buenos amigos aquí en Bogotá; son tertuliantes de «la élite»  en Chantonner todos los viernes «culturales» . Mi carácter independiente me ha permitido ejercer mi oficio ajustado a la ética y la moral más exigentes. No soy un periodista mermelado, no he conocido sobres, odio las genuflexiones, no le rindo culto a personalidades, mi lucha es por la verdad y contra la corrupción que devora a mi Patria. Siempre he escrito con altivez y con gusto defiendo los derechos ajenos, rechazando las humillaciones que se hace a los humildes. Todo se refleja en mi ejercicio diario y en este periplo entrevisté a muchos personajes de gobiernos nacionales, con quienes trabé amistad, eso sí, nadie corrupto.

En 1984 trabajé por última vez como periodista asalariado en el Grupo Radial Colombiano. Me retiré por múltiples razones no necesariamente explicables aquí. Tramité mis papeles para una modesta pensión que me permitiera ver por mi esposa Libia Giraldo López y mis cuatro hijos; coticé al Seguro Social por más de 40 años y se me negó la pensión; el Estado solo me devolvió  3 millones 500 mil pesos. Quedé en el aire, ni siquiera tengo un subsidio oficial de geronte. Haciendo caricaturas a conocidos y amigos con pagos congruos, he sobrevivido. Corrección de libros, folletos y periódicos también han sido fuentes de «entradas económicas» . No han faltado las manos amigas, generosas, ahora que he llegado a la cima luminosa de los 83 años de edad. Además tengo una aliada para el diario vivir, mi hija Alexandra. Vivo bien y tranquilo. Ya coroné los 53 años de vida hogareña al lado de una buena mujer, de origen campesino y también de Filandia.