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EDITORIAL

Transformación

Llegó la hora para la transformación de Colombia. Es hora de iniciar los cambios que permitan una mayor justicia social. La indignación es grande en la inmensa mayoría de los colombianos, que por años estuvo soportando toda clase de vejámenes por parte de la llamada dirigencia colombiana.

 

Los tres poderes, en especial sus representantes, se endiosaron y creyeron que los colombianos nunca iban a reaccionar; ahora se encuentran asustados, y están buscando los mecanismos para que el pueblo vuelva a la sumisión, tal como lo ha hecho durante los últimos siglos.

 

La situación que se registró en Colombia es clara, con motivo del abuso de los tres poderes del Estado en la llamada «reforma a la Justicia», que de reforma no tenía nada pues solamente buscaba blindar a unos cuantos privilegiados, para que siguieran  abusando del poder.

 

El presidente Santos, quien no quiso cargar con la responsabilidad que le tocó, se la transfirió al Congreso, al indicar que fueron sus miembros los autores materiales e intelectuales de los «micos» que se le colgaron a la reformar, y que fue la «gota que derramó la copa» entre los colombianos, acostumbrados a aguantar toda clase de abusos.

 

Las altas Cortes, en un silencio casi cómplice del «golpe de Estado» a la Constitución de Colombia, siguen a la espera de los beneficios prometidos por el Ejecutivo y el Legislativo, pretende  pasar de agache sin fijar criterios que permitan establecer qué piensan de la crisis que se generó.

 

Los congresistas, en su mayoría, siguen con el cinismo que los caracteriza, en  busca de cómo se benefician y reciben toda clase de dádivas en su labor de legislar en causa propia. Otra demostración de su cinismo será la ratificación del polémico secretario general del Congreso.

 

Mientras que el contribuyente, que tiene a su cargo pagar los inmensos recursos que gastan los tres poderes del Estado, sigue buscando la transformación de Colombia, para acabar con la cultura mafiosa y corrupta instalada por los últimos Gobiernos. Es la hora de acabar con esta ignominia impuesta por unos cuantos corruptos y delincuentes de «cuello blanco».