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EDITORIAL

 

 

Mal ejemplo

Asombrados y perplejos quedamos muchos colombianos al escuchar que el presidente Santos se pronunció, en un fuerte discurso con el que  rechaza un fallo judicial emitido por el Tribunal Superior de Bogotá, y  además dudaba de sus calidades jurídicas.

 

El mal ejemplo vino del mismo presidente Santos, quien debe cumplir la Constitución Nacional, que nos obliga a acatar los fallos, así no los compartamos. Razón tuvieron algunos miembros del poder judicial, en el sentido de rechazar el pronunciamiento presidencial.

 

Desde el Gobierno pasado se ha venido impulsando una diabólica persecución contra las más altas Cortes  de la justicia, como se ha demostrado día a día. Ahora existe un sentimiento de venganza, que quiere acabar con la justicia a través de una reforma que busca someterla, y evitar que actúe como actuó -en forma  drástica- contra los políticos que se unieron a grupos irregulares como son los paramilitares.

 

Con estas actuaciones nunca vamos a llegar a la reconciliación entre los colombianos, cuando ni siquiera se tiene un mínimo respeto por  el poder judicial.  Hay que reconocer cuando se cometen errores, y más cuando sucedieron   crímenes.

 

Llegó el momento de vivir en sociedad civilizada. Si el presidente Santos se equivocó, simplemente que rectifique, y evite que se sigan dividendo el país y los poderes, porque las consecuencias  pueden ser funestas.

 

Las discrepancias deben resolverse  en el seno de los estrados judiciales, sin  utilizar los bienes del Estado para censurar los fallos que uno no comparta.

 

Que esta polémica desatada sirva para que en Colombia podamos llegar a unos acuerdos sin censurar las acciones judiciales, que son nuestra guía para un comportamiento ejemplar.

 

Estamos a tiempo de evitar mayores desgastes, y para no convertirnos en un mal ejemplo internacional en materia de derecho  y respeto a los derechos humanos.