Editorial

EDITORIAL

Otra vergüenza internacional

Colombia pasó por una nueva vergüenza internacional, al  conocerse que el embajador de Colombia en Perú, Jorge Visbal Martelo, era requerido por la justicia mediante una medida de aseguramiento, por el presunto delito de concierto para delinquir.

Es triste para los colombianos que sucedan estos hechos, sin que el Gobierno nacional diga palabra alguna; apenas se limita a indicar que el funcionario había renunciado, y que se le había aceptado su renuncia. Esta situación, según varios juristas, significa que el silencio gubernamental es un silencio cómplice.

Hay otras personas que todavía, a pesar de tener procesos penales por las mismas causas del embajador del Perú, siguen en sus flamantes cargos diplomáticos, sin sentir el menor asomo de vergüenza; allá continúan disfrutando de las mieles diplomáticas.

Ha sido costumbre que los embajadores con antecedentes de procesos vinculantes  con el paramilitarismo sean relevados del cargo, por determinación judicial ante el tradicional silencio gubernamental.

En  un país con dignidad debe hacerse una buena selección de los colombianos que nos representen ante la comunidad internacional, y no que sean simplemente una cuota de pago por haber puesto determinados votos, sin mirar los procesos que les adelante la justicia, o los rumores que circulan en todos los corrillos.

Los representantes diplomáticos deben ser unos buenos colombianos, y que nos hagan sentir orgullo por la tarea que puedan desarrollar para enaltecer el nombre de nuestra patria y la gente.

Estos lamentables hechos de nueva vergüenza pública deben servir para corregir el rumbo, y para evitar que volvamos a hacer el ridículo; y, sobre todo, ser protagonistas de una nueva vergüenza internacional.