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Lina María Pérez: AISLARSE NO ES FÁCIL

LINAMA Lina María Pérez, una excelente escritora, para un público exigente. 

 

 

Jorge Consuegra

Especial para Primicia

 

Todos los días y por la ventanita de la Internet, llegan unas hermosas imágenes de libros ¡siempre de libros! Que nos alegran el alma. Y son imágenes de decenas y decenas de ilustradores que no se cansan de pintar, dibujar y crear ideas para querer más y más los libros, de sentirlos, «catarlos» y casi saborearlos, sintiendo la alegría de tener en las manos la textura de las hojas y ver tantas y tantas palabras que nos llevan, nos transportan a lugares jamás imaginados o a sufrir el drama de los protagonistas o alegrarnos con sus amores y sus logros. Todo esto nos lo envía a diario Lina María Pérez para ayudarnos a disfrutar un poco más la vida.

Y mientras busca más y más imágenes, ella continúa escribiendo, todos los días, sin parar, casi sin descanso, porque para ella los libros son la savia, la alegría constante, sus amigos silenciosos, sus cómplices del alma, esos compinches que tanto necesitamos en nuestra cotidianidad.

Lina María acaba de publicar un nuevo libro del que ahora vamos a hablar.

– ¿Cuáles son las dificultades que un escritor se encuentra escribiendo novela, cuento y libros para niños? 

– La decisión del escritor de aislarse no es fácil de cumplir. Para mí, la principal dificultad es respetar mi pacto de soledad y silencio, de plena concentración. Hay muchas interferencias, ruidos de tonterías, contaminaciones a veces difíciles de dejar a un lado.

– ¿Hay lectores profundamente niños y niños profundamente lectores? 

– Ojalá pudiéramos  inculcar sabiamente la lectura en los niños, aprovechar su potencial imaginativo, su ingenio siempre despierto para que toda la vida lean como niños.

– ¿Cómo se llamó tu primer intento escribiendo para niños?

– Desde niña lo he hecho con la imaginación cambiando los argumentos tradicionales. ¿Y si a la bella durmiente la pican las pulgas? ¿Y si  caperucita  en vez de ir al bosque se va al centro comercial? ¿Y si Blanca Nieves  se enamora de Ricardo Corazón de Melón? Aquello fue gimnasia mental con la ficción.  He escrito: Martín Tominejo (Panamericana), un cuento sobre un niño con alas y las dificultades de ser un niño diferente. Después escribí El cazador de ruidos (Panamericana) sobre Candilejo Altagracia un inventor de cosas estrafalarias. 

– ¿Los niños son creadores o son creativos?

– Son un universo de asombros, astutos para inventar e ingeniosos para interpretar creativamente la vida. Pero el sistema educativo, los abandonos de padres trabajadores que compensan llenándolos de cosas, las confusiones de las educaciones religiosas, entre otras deformidades, cortan los alientos de los niños. Se vuelven adultos desde los 7 años. Adultos tristes, apagados, ansiosos de tener todo lo que puedan.

– ¿A veces los escritores piensan que los niños no piensan?

– Los buenos escritores escriben para lectores pensantes, adultos o niños. Nada más emocionante que un niño establezca con el libro un pacto sabio, festivo, cómplice que le dé elementos nuevos para interpretar la vida, para gozarla o cuestionarla.

– ¿Cómo surgió la historia de este esqueleto maravilloso? 

– En mis días de colegio yo hacía muchas bromas con el esqueleto de ciencias al que le puse el nombre de Anacleto. Me gané regaños y tuve que repararle los huesos muchas veces. Publiqué mis Cuentos colgados al sol en los que planteo nuevos escenarios, personajes y situaciones en mi escritura para adultos. Quise explorar en ellos, siempre con humor negro, mis potencialidades narrativas, mis preocupaciones éticas y estéticas. Entonces necesité un cambio temático y me acordé de Anacleto.
– ¿Y cómo apareció su divertido título?

– La historia tiene que ver con el impacto desolador para mí de un hecho en nuestra  historia reciente.  Pensé en los niños víctimas o en los niños  espectadores de las violencias ante las imágenes de las cajas de madera  que contienen los restos seres queridos. Quise contrastar esa imagen real del esqueleto como símbolo del terror, con la historia de un esqueleto de la ficción para apelar el humor y opacar el dolor. ¿El título? Viene solo, porque Marcelino Hueso Fino es indiscreto e impertinente, y causa muchos problemas. 

– ¿Y cómo surgieron las  graciosas ilustraciones?

– Fue un acierto de Panamericana. Me pusieron en contacto con Daniela Violi, una ilustradora que respira ingenio por los poros. Leyó el libro y atinó con el espíritu que yo quería darle a la historia.

– ¿Qué otro libro tienes en salmuera?

– Estoy trabajando  un conjunto de cuentos con temas nuevos para mí. Ha sido como ponerle un elástico a la inventiva. Los estoy gozando despacio, sin prisa, con un cincel muy cuidadoso y exigente. También hay una novela corta en el horno que espero esté lista antes del fin de año.

– ¿Enseñas a tus alumnos de la Maestría de escrituras creativas de la Nacional a escribir literatura?

– No. Les inculcó que aprendan a leer creativa y críticamente textos de muy buenos escritores. Exijo un uso del lenguaje certero, preciso y absolutamente correcto. Les hago ver en sus escritos, con ejemplos concretos, la necesidad de confiar en las palabras, en sus significados, en su fuerza, en su belleza, para que no las contaminen con verborreas inútiles. El talento, la capacidad ficcional, la comprensión de lo que es una poética narrativa no se pueden enseñar. Asumo mi papel de guía, no de dictadora.