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NOTA EDITORIAL: ¡HASTA CUANDO!

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¡Hasta cuando!

Es triste y lamentable que en Colombia sean más importante las actuaciones delincuenciales de unos cuantos políticos, que la tragedia en la que 35 niños perdieron sus  vidas.

¿Hasta dónde ha llegado la falta de sensibilidad, y es más importante que delincuentes especializados en espiar sigan siendo protagonistas de una sociedad permeada por la delincuencia del narcotráfico, el paramilitarismo y la corrupción, que un grupo de niños inocentes que perdieron sus vidas por responsabilidad directa de algunos empresarios que violan todas las normas y unas autoridades cómplices de los delitos que se cometen?

Esas criaturas, cuyo único «pecado» fue acudir, como lo hacían semanalmente, a cumplir con sus deberes espirituales, perdieron la vida en un acto de irresponsabilidad de un conductor que violaba todas las normas de tránsito y que en el momento de la tragedia abandonó por completo a los niños.

Los medios de comunicación también somos culpables  por  dejarnos arrastrar por la política delincuencial, que opera en nuestro país, donde ahora son más importantes los criminales que los ciudadanos de bien.

Colombia no puede seguir irrespetando a los buenos ciudadanos, por la actuación de una escoria que maneja los intereses políticos delincuenciales de quienes no aceptan que su «cuarto de hora» se acabó; y menos mal que así fue, porque si no ¡pobre país! Habría quedado totalmente en manos del crimen organizado.

Ahora, seguramente, cuando se hace un llamado para que respondan por la muerte de 35 menores, anunciarán ─ como siempre lo han hecho ─ que habrá una «exhaustiva investigación», que pasará al olvido en menos de una semana.

La memoria de Colombia debe rescatarse por encima de todos los intereses, y más sobre los intereses de la delincuencia.

Es hora de que así como se ha planteado una comisión investigadora, también se proceda en la conformación de una comisión de entidades o funcionarios que tomen las medidas de precaución necesarias para evitar que una tragedia similar  vuelva a ocurrir en nuestro país, donde con regular frecuencia suceden esos trágicos hechos y nadie se inmuta.

Los niños no tienen la culpa de la desorganización de nuestras autoridades. Los niños reclaman justicia. Los niños son el futuro del país. Los niños deben recibir toda la atención de todos.

En un país decente, ante tamaña tragedia, debería haberse aplazado la elección presidencial, que,  más que una jornada de la democracia se ha convertido en una carrera delincuencial, en la que algunos protagonistas en vez de propuestas sacan a relucir sus respectivos prontuarios judiciales.

¡Hasta cuando!