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Alexandra Montoya cuenta cómo se hizo madre: «YO LO DECIDÍ»

La primera vez que pensó en un donante fue hace unos años atrás, cuando conoció en Nueva York en caso de una mamá y de su hijo, quien había nacido con la ayuda de donante. Alexandra no descartó esa opción, porque además recibió el apoyo total de su madre. «Alex, no te quedes en tu vida sin un hijo», le decía su mamá antes de morir (sucedió hace tres años)».

 

 

 

 

 

El día que Juan José le pregunte quién es su papá, sin reparo alguno, la periodista Alexandra Montoya le explicará, a través de un cuento didáctico, algunas de las características físicas de su padre. Es la única información que ella conoce, pues lo eligió en un centro de fertilidad.

Pero Alexandra está segura de que con esa corta información que tiene del papá de su hijo, quien hoy tiene mes y medio de vida, Juan José quedará tranquilo. Y no podrá conocerlo jamás, por lo menos no ahora, porque en Colombia no permite que se revele la identidad de quien dona óvulos o espermatozoides.

Pero eso, para ella, no tiene importancia. Como tampoco la tuvo divulgar que acudió a un donante  para ser mamá. Es la primera mujer colombiana que sale a los medios de comunicación a contar su historia. Y lo hace ya que no tiene por qué ocultarla. Según ella, es una decisión de vida autónoma, madura, consciente y sincera que no amerita engaños. Se siente orgullosa de saber que Dios le dio la oportunidad de ser mamá, quizás no como la sociedad lo pinta, que debe ser al lado de un padre, pero sí con la plena convicción del deseo y el amor.

«A ti te venden una idea soñada: un hijo debe crecer en un ambiente donde existan un hombre y una mujer. Sin embargo, la realidad es otra. ¿Cuántas madres solteras, divorciadas, maltratadas, abandonadas o que sus esposos mueren en la guerra o por causa natural? Y esas mujeres, en su mayoría, hacen muy bien su trabajo de la maternidad. ¿Dejan de ser ellas familia tan solo porque no están con el papá de sus hijos? No», dice.

Y claro, no desmerita la importancia de los hombres en la crianza, pero para ella, padre no es el que da la vida, sino el que cría. «Mi hijo tiene muchos papás, empezando por papá Dios; aparte de su abuelo y su tío materno, y de muchos amigos que nos aman y entienden, sin juzgar, este lazo de amor entre Juan José y yo».

Y se les nota el amor de ambos. En la toma de estas fotografías , Alexandra ‘derretía’ su mirada en el pequeño Juan José y él se quedaba perplejo mirándola, para asegurarse, de una vez por todas, que ese olor, esa voz y ese calor son de su inigualable mamá, a la que le tocó, igual que a cualquier madre en el mundo, ’paladear’ con algunas náuseas, sueño, cansancio y miedos en la gestación.

Así, la imitadora de voces de Natalia París, Noemí Sanín, María Emma Mejía y otras mujeres colombianas, deja claro que ser madre superó cualquier comentario, obstáculo y prejuicio.

«Mi maternidad y la de cualquier mujer no debe estar condicionada a la existencia y compañía de un hombre de por medio, porque hay muchos papás maravillosos, pero también hay madres que ejercen los dos roles y lo hacen, en realidad, de maravilla».

Poniendo la semilla

Alexandra tiene muy claro que es madre soltera por inseminación no porque nadie «me haya querido hacer el favor», sino porque en el momento en que quiso ser mamá no encontró un hombre que tuviera el compromiso y la seriedad para enfrentar la paternidad. ¿Qué era lo que exigía Alexandra de un hombre o de un padre para su hijo? «Nada de perfeccionismo, pero sí amor, compromiso y lealtad. Y no lo encontré cuando quería ser madre».

Y quiere dejar claro que no se trata de una pelea con los hombres. «Los amo y sueño con casarme y tener más hijos, pero con uno que quiera comprometerse y que desee preparar conmigo su vejez. Entonces, ¿no puedo criar a mi hijo sola? Claro, con muchos hombres hubiera podido quedar en embarazo, pero es muy diferente quedar encinta a querer tener, criar, amar y dar la vida por un hijo».

Su decisión de ser  madre llegó a los 35 años, aunque sí pensaba en que algún día tendría hijos, no contemplaba esa posibilidad, porque su camino era formarse como persona.

«A mi nunca me echaron el cuento de crecen, luego se casan y tienen hijos, y son felices. No, mi mamá me decía: estudie, viaje, conozca, diviértase.Por eso vivía postergando mi maternidad, así la anhelara desde pequeña».

Pero un día, después de cumplir todo lo que se había propuesto, se percató de que ahora lo que le quedaba era ser madre. Entonces, contempló la posibilidad de serlo.

«Es ahora o nunca»

La primera vez que pensó en un donante fue hace unos años atrás, cuando conoció en Nueva York en caso de una mamá y de su hijo, quien había nacido con la ayuda de donante. Alexandra no descartó esa opción, porque además recibió el apoyo total de su madre. «Alex, no te quedes en tu vida sin un hijo», le decía su mamá antes de morir (sucedió hace tres años)».

Y hace dos años decidió empezar su tratamiento. Al llegar al centro de fertilidad, Alexandra recibió las hojas de vida de seis donantes que cumplían con sus exigencias, de los cuales seleccionó al más parecido a sus requerimientos: que tuviera características parecidas a las suya: piel blanca y ojos y cabello oscuro.

¿Y eso de seleccionar las características de un hijo no es como hacerlo con zapatos o vestidos? «Va a sonar un poco duro, pero sí. Tienes esa posibilidad de escoger esas características como lo harías con los zapatos, con la inmensa diferencia que al seleccionar las de tu hijo estás completamente segura de que no querrás cambiarlo nunca, que lo amarás como llegue, que siempre lo cuidarás y que no permitirás que nadie lo maltrate. Mi decisión de acudir a un centro de fertilidad es una prueba de amor infinita en la que dejo claro mi amor y anhelo por este bebé, con la plena conciencia de que va a ser un hijo sano, porque el donante pasó por cientos de exámenes médicos que garantizarán la salud de tu bebé y yo, la mamá, el amor incondicional y eterno».

El lunes 23 de mayo de 2011, a las 10 de la mañana, a Alexandra le pusieron ‘la semilla’. «Es un procedimiento como una citología. En ese momento oro y le digo a Dios: Tú sabes los anhelos de mi corazón y solo espero que actúes a través de este médico».

A los 3 días de la inseminación, Alexandra, quien es muy creyente, se encontró con un pasaje de la Biblia que decía: «Tendrás un hijo varón». Y al siguiente día se soñó que ella y su mamá miraban por una ventana a una niña en un jardín.

«Desperté y pensé: estoy embarazada. Pero esperé un mes para comprobar lo que mi corazón ya me decía: que sí estaba esperando un bebé. Agradecí a Dios y me aferré a Él, pidiéndole sabiduría y salud para mi hijo anhelado».

Sus hermanos y su papá recibieron la noticia como el mejor regalo de vida para la familia, porque sabían que a Alexandra tenía ese don maternal. Desde los 8 años escribía en la última página de la Biblia los nombres  de sus protagonistas pensando en que, cuando fuera mamá, uno de sus hijos llevaría alguno.

Su hijo se llama Juan José, entre otras razones, por la gratitud que tiene con Dios de haberle dado ese regalo divino de ser madre. Por eso no se despega un segundo de su pequeño. Lo arrulla, lo carga, lo baña, lo lacta, lo viste, le canta, le lee. Se trasnocha mirándolo y diciéndole lo mucho que lo ama y la hace feliz.

Lo mira y se siente orgullosa de que su hijo sea tan parecido a ella y a su abuelo materno. Mira al horizonte, sentada en el sofá de su apartamento, y proclama amor eterno para ese ser que creció dentro de ella, por el que daría su vida y al que desea educar con amor y valores basados en Dios.

Se siente dichosa de ser madre soltera, como miles en Colombia y en el mundo. ¿Y él? «Él seguro se sentirá orgulloso de tener una madre valiente, que se enfrentó a una sociedad conservadora y puso por encima su amor de madre por el qué dirán. Le agradezco al padre de mi hijo y a todos los donantes por hacer realidad los sueños de muchas mujeres».

Yo lo decidí

Alexandra Madeleine Montoya es una imitadora colombiana conocida por su trabajo en el programa radial La Luciernaga. Estudió periodismo en la Universidad Externado de Colombia y se graduó de la Facultad de Jurisprudencia de la Universidad del Rosario el 18 de noviembre de 2016

Cómo rompí el tabú de la inseminación artificial y me hice mamá

Alexandra Montoya

Editorial: Editorial Planeta

Temática:

Una postura crítica sobre la decisión de ser madre

¿Qué puede hacer una mujer que quiere ser mamá, pero no tiene una pareja estable que le llene el corazón, y siente que el reloj biológico avanza a pasos agigantados reduciendo sus posibilidades de serlo? Alexandra Montoya, la imitadora de voces de famosos más conocida del país y una de las estrellas principales del programa radial La Luciérnaga, se hizo esta pregunta. La respuesta le llegó inesperadamente por medio de una amiga de su hermana, quien por inseminación artificial concibió y tuvo un hijo. La periodista y abogada sacó del clóset este método de reproducción y hace seis años se decidió a probarlo para cumplir su sueño.

La inseminación artificial se practica con éxito hace cuarenta años y por este procedimiento han sido concebidos más de cinco millones de bebés en todo el mundo. No obstante, es algo de lo que se habla poco o en voz baja. Alexandra lo comprobó porque cada vez que comentaba el tema con sus amigas o conocidas, estas desviaban la conversación. No resistían que hablara de semen y donantes anónimos. En este libro cuenta la experiencia que vivió, los tabúes que rompió y los prejuicios sociales que tuvo, y aún tiene que enfrentar por convertirse en madre soltera por decisión propia.

Ya está en todas las  librerías  importantes  del  país.

 

La inseminación artificial se practica con éxito hace cuarenta años y por este procedimiento han sido concebidos más de cinco millones de bebés en todo el mundo. No obstante, es algo de lo que se habla poco o en voz baja. Alexandra lo comprobó porque cada vez que comentaba el tema con sus amigas o conocidas, estas desviaban la conversación. No resistían que hablara de semen y donantes anónimos.