El único objetivo de los mal llamados «influencer» es buscar el mayor número de «likes» en las redes sociales. Hay algunos que llegan a millones, otros prefieren comprar los «me gusta”, pero lo grave es la forma como «cranean» sus mensajes.

Un personaje de estos no les importa injuriar, mentir, calumniar a personas e instituciones. Su cinismo no tiene límites.

Hubo una que un día determinó tomar una maceta y romper un una estación de TransMilenio, otro lamió un inodoro en vivo y directo –murió, pero tuvo millones de «likes»–, unos más se desviste y otros calumnian.

A un sujeto de estos, conocido como Jay Tommy se le ocurrió la «genial idea» de aumentar el número de seguidores con un contenido que consistía en darles de comer helados con jabón, cubiertos con chocolate a un buen número de adultos mayores y habitantes de calle.

El individuo grabó toda su odisea de ir al mercado, adquirir las barras de jabón, hacer el proceso de envenenamiento y entregarlo a las personas como un tema de broma.

Lo grave: el miserable «influencer» anda libre todavía y el juez espera que sea capturado en flagrancia o, de lo contrario, quedará libre para que grabe su odisea de burlarse de la justicia y obtener más «likes».

Dos grupos políticos, uno de derecha y otro de izquierda se han tomado las redes sociales, para amenazar, ofender, calumniar y desprestigiar a quienes no comulgan con sus ideas.  Muchas de estas llamadas «bodegas son financiadas con recursos públicos.

Los llamados sicarios de las redes sociales se están preparando para la próxima contienda electoral que elegirá a los integrantes del Congreso de la República.

Concejales, diputados, congresistas, ministros, oficinas de abogados, gremios, empresas  y otros funcionarios del estado patrocinan esta forma de delincuencia que se ha tomado las redes.