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Molesta la solidaridad: UNA MENTIRA SOBRE OTRA MENTIRA

«No hay peor ciego que el que no quiera ver»

 

 

 Lázaro David Najarro Pujol

No tengo experiencia de una guerra, pero jamás desearía que ni mi país ni ninguna otra nación se vieran envuelto en un conflicto bélico.  Los cubanos estuvimos a punto, en octubre de 1962, de ser objetivo de un ataque nuclear masivo, que por suerte se evitó por la firmeza del pueblo.

¿Cuántos conflictos militares han ocurrido en los últimos 96 años, a partir de la Primera Guerra Mundial, en 1914?

Desgraciadamente el planeta está en constante confrontación, y algunas regiones jamás han salido de las guerras, no con la magnitud de los conflictos bélicos de 1914 y 1939, pero si devastadoras y sangrientas.

Los agresores siempre han sido los mismos: las potencias poderosas, que utilizan el camino de la mentira y de las armas para imponer su voluntad imperial, aunque en ello vaya la vida de miles y miles de seres humanos, incluidos sus soldados. También las víctimas, lamentablemente, son las  mismas: niños, mujeres, ancianos o civiles  sin la capacidad para poder defenderse.

En Iraq, después que las tropas estadounidenses y sus aleados llevaron la «libertad» y la «democracia», la cifra de civiles muertos supera el millón de personas, más los mutilados y la destrucción del país.

El imperio es capaz de inventar cualquier justificación para provocar una guerra, aunque en ello vaya la vida de soldados estadounidenses. En Cuba recordamos la explosión del acorazado estadounidense U.S. Maine (15 de febrero de 1898, en el puerto de La Habana), hecho que causó la muerte de 266 tripulantes y atizó y provocó la guerra hispano-cubano-norteamericana, a finales del siglo XIX.

Y es que una y otra vez utilizan el mismo subterfugio; aunque el  26 de marzo de 2010 las víctimas la pusieron los surcoreanos cuando el hundimiento del Cheonan, buque insignia de la marina de Corea del Sur.

Entonces el líder de la  Revolución cubana Fidel Castro aseguró que un analista norteamericano dio una explicación lógica: «Corea del Sur estaba haciendo una maniobra con su aliado, Estados Unidos. Lo duro que tiene este hecho, lo que le cuesta mucho trabajo admitir a EE.UU., es que fueron ellos los que hundieron el buque sofisticado de Corea del Sur. Murieron 46 hombres… una embarcación así solo podría ser volada con una mina. Y fue lo que hicieron», añadió.

Los bien informados saben quién fue el verdadero autor de ese crimen, hasta el propio gobierno del país asiático tiene argumentos para afirmar que la mano asesina provino de Estados Unidos, pero prefirieron culpar a Corea del Norte.

Increíblemente en este siglo XXI una mentira se quiere presentar como verdadera y muchos muerden en el  anzuelo. Es una farsa que está apoyada por los medios masivos de información en manos de las potencias imperiales que emiten más del 90 por ciento de las noticias que circulan por el mundo.

Sustenta el profesor norteamericano Howard Frederick, que nueve de cada diez noticias que transmiten las emisoras latinoamericanas provienen de agencias de noticias primermundistas y agrega: “Nos enteramos de lo que pasa en nuestros países a través de cables redactados en escritorios norteamericanos”.

La única verdad de la guerra es que Estados Unidos busca asegurar su monopolio militar y «ampliar la brecha entre se país y el resto del mundo…» -añade el profesor-, y  siempre con el pretexto de la «Seguridad Nacional».

En un artículo de Rolando Pérez Betancourt publicado en Granma bao el titulo  Donald Trump: El arte de mentir, al peor estilo de Hollywood se precisa: La mentira política no requiere de la mano del arte para trascender, por cuanto ella misma supera con creces las transposiciones creativas. Para los estudiosos de la política norteamericana, las falsedades y exageraciones de Donald Trump no tienen comparación en los anales presidenciales de ese país».

En el propio artículo se enfatiza: «El mentiroso ha sido plato fuerte de estudiosos y creadores, por cuanto en manos de ellos el concepto universal de la verdad se hace añicos ante un pragmatismo regido por el egoísmo y los fines más aviesos».

«La mentira política no requiere de la mano del arte para trascender –aunque haya sucedido–, por cuanto ella misma supera con creces las transposiciones creativas que, a partir de la realidad, han hecho grandes artistas, algunos de ellos aquí citados».