Opinión

EL TERCER MANDATO DE ÁLVARO URIBE

JUAN FERNANDO CRISTO 

 

 

A 10 años de finalizado el segundo gobierno de Uribe, vivimos su tercer mandato en cuerpo ajeno.

Más allá de la crisis global del coronavirus, de sus devastadores consecuencias sobre la salud y la economía y de las aterradoras cifras de desempleo divulgadas el jueves anterior, el país continúa su marcha, el Gobierno sigue actuando y la política no se detiene. Vale la pena, entonces, revisar los hechos y noticias de las últimas dos semanas para confirmar los temores que muchos teníamos desde el 7 de agosto del 2018: la presidencia de Iván Duque no es nada distinto al tercer mandato del jefe de su partido.

Veamos. El Representante a la Cámara Oscar Villamizar del Centro Democrático propuso como gran fórmula para superar la pandemia la reducción del Congreso. Después un colega y copartidario suyo, cuyo nombre nadie recuerda, en un notable esfuerzo por superarlo, planteó la necesidad de “intervenir” el poder legislativo como si fuera cualquier empresa, porque “la democracia limita los esfuerzos del gobierno contra el coronavirus y le hace perder el tiempo”. Pocos días después, un destacado vocero del uribismo y del Gobierno como Edward Rodríguez pidió que los dineros destinados para la implementación del Acuerdo de Paz se invirtieran mejor en atender la pandemia. Con diversos matices, todos concluyen que la democracia y la paz son un estorbo para el gobierno y su lucha para enfrentar esta inédita crisis. Ninguno fue desautorizado por su partido.

Al mismo tiempo, por los distintos medios de comunicación, los colombianos vimos los anuncios del Fiscal General de la Nación de abrir una innecesaria, exagerada e inútil investigación contra la alcaldesa de Bogotá, precisamente días después de que Claudia López sostuviera una dura controversia pública con el gobierno nacional por diferencias en el manejo y ampliación de la cuarentena y sus excepciones. Un comparendo y la reprimenda social eran suficiente castigo para una indudable falta que cometieron la mandataria y su pareja. En la misma semana conocemos un escándalo en Finagro que no tiene nada que envidiar a Agro Ingreso Seguro. En plena pandemia, y cuando se anuncia crédito a los campesinos afectados, se revela que el 90% de los más de 240.000 millones destinados para ese fin se asignó a pocas y grandes empresas agropecuarias del país y menos del 5 % llegó a apoyar a los campesinos que lo necesitan. Es más, muchos de esos créditos se tramitaban desde antes, con anterioridad a la crisis, y ahora lo toman con tasas subsidiadas que deberían beneficiar primordialmente a los pequeños productores.

Y cerramos la semana con broche de oro. El viernes 1 de mayo a las 3 de la tarde, el Ministro de Defensa suspende su descanso de cuarentena para informar al país que han llamado a calificar servicios a 10 oficiales del ejército y acepta la renuncia de un general. Pocos conocían la carátula de la revista Semana que por segunda vez -la primera fue en enero pasado- revela detalles de seguimientos y “perfilamientos”, es decir, espionaje contra periodistas, congresistas e integrantes de organizaciones sociales, que tienen en común su respaldo al acuerdo de paz con las FARC y su crítica actual Gobierno. ¿Alguna similitud con las tristemente famosas chuzadas del DAS hace más de 10 años durante el mandato del jefe del Centro Democrático? Todas. Un Estado que utiliza los recursos de inteligencia, incluso de cooperación internacional, para perseguir a voces que incomodan al Gobierno y no a los criminales es uno autoritario, con poco o ningún afecto por la democracia. Y a este episodio sumemos al afán por aprovechar la pandemia para fumigar cultivos ilícitos sin cumplir protocolos y la indolencia que el Gobierno demuestra ante el crecimiento de los asesinatos de líderes sociales en los territorios.

No cabe duda. A 10 años de finalizado el segundo gobierno de Uribe, vivimos su tercer mandato en cuerpo ajeno. Un verdadero y peligroso Déjá Vu para un país que, en medio de las dificultades, avanzaba hacia la reconciliación y la profundización de la democracia. Retrocedemos, con el pretexto de la lucha contra la pandemia, a las épocas del autoritarismo y las restricciones a las libertades democráticas. Mientras tanto, los congresistas pasan felices sus días sesionando por ZOOM sin que nadie en el país se haya enterado.