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Cambalache: QUE EL MUNDO FUE Y SERÁ UNA PORQUERÍA YA LO SÉ…

Cambalache 

 

Manuel T. Bermúdez

Así comienza el tango «Cambalache» de Enrique Santos Discépolo en el que el célebre compositor argentino logra, de manera magistral, hacer una radiografía descarnada del mundo y las gentes que le tocaron como compañeros mientras duró su viaje por el planeta.

Y hoy, muchos años después de que por el mundo se escuchara la famosa canción y que fuera acogida como uno de los poemas hecho música que mejor define al hombre con todas sus pequeñeces y sus pobres ambiciones y maneras de ser, hoy, repito, este tango cobra más vigencia que nunca.

Nos sobrecoge que los titulares de los periódicos nos avienten al alma noticias tan tristes y hoy nos digan que hay niños que están muriendo de física hambre en muchas regiones del planeta y claro, en Colombia también. Nos duele que nos cuenten que varios niños, por la carencia absoluta de alimentos, se hayan  convertido en horrorosos titulares de muerte para los noticieros del mundo. «que fue y será una porquería ya lo sé».

Y mientras el tango nos recuerda que «siempre ha habido chorros, maquiavelos y estafaos» uno siente que el mundo  padece los efectos del manejo que los poderosos imponen a los pueblos de la tierra; que padece el oprobio de la corrupción impunemente, que siguen las muertes por los odios y la sinrazón.

Pero: ¿qué le vamos a hacer?;  por eso el tango de Discépolo también nos canta  con el sabor amargo de la verdad conocida: «el que no llora no mama y el que no afana es un gil…no pienses mas échate a un lao que a nadie importa si naciste honrao», la honradez es un vocablo proscrito del lenguaje de esta modernidad, esa cualidad ya poco se practica pues predomina el ser vivo, ventajoso oportunista.

La miseria no justifica ningún acto del hombre, pero los hombres que sobrevivimos en el planeta no le pedimos mucho a quienes lo tienen todo: solo un poco de vida digna para nosotros y para los que amamos, para quienes sufren los efectos de  la ambición desmedida de aquellos que todo lo tienen.

Porque al fin de cuentas en este universo, en el que los desequilibrios sociales son tan abismales, en el que arrinconamos a los demás seres humanos hasta hacerlos perder toda su dignidad, en el que los opulentos votan los alimentos y otros se mueren de hambre, mientras exista ese mundo seguirá teniendo vigencia la canción de Discépolo y puede que al final nos condenemos todos o nos salvemos todos porque «Dale nomás, dale que va que allá en el horno nos vamos a encontrar».