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Opinión: INDIFERENCIA E INSENSIBILIDAD

Contrario a todo lo que se está gestando y que causa regresiones dañinas, sería muy importante fortalecer el sentido de pertenencia e identidad de nuestros pueblos.

 

 

José Douglas Lasso Duque

Si hay algo que define a la sociedad actual, es la forma como se relaciona con el entorno y el modo como crea los vínculos, pues estos se circunscriben a pequeños grupos sociales, definidos por intereses específicos, en los cuales se ignora a otros haciéndolos invisibles, especialmente cuando no encajan dentro de los cánones tácitamente estipulados, ya que estos individuos viven alejados de la realidad aletargados por el consumo de la moda, y muchos por la droga, el uso exagerado de los medios electrónicos y el hedonismo sin límite, apartados de la realidad social, en una burbuja artificial que los aísla de la realidad.

La indiferencia y la falta de atención a otros que se alejan de su imaginario los hace poseedores de un cierto aire de indolencia y hasta insensibilidad para poder establecer otro tipo de relaciones. Esta nueva ola social se homogeniza y podría decirse que es global, adquiriendo estos un perfil de personalidad subjetiva, que los particulariza en especial porque en el fondo lo que los une es una cierta incertidumbre, un miedo al futuro y ese solo hecho trascendental crea barreras y preocupaciones en las que se esconde una personalidad huidiza y esquiva.

Las nuevas generaciones, especialmente las citadinas, encarnan masivamente en la homogeneización del sujeto con perfil egocéntrico. Específicamente en los países en vía de desarrollo, se presenta una enorme lucha interna acompañada de un gran sufrimiento, pues al sentirse solo el sujeto sufre frente a la incertidumbre del porvenir, ya que el mismo presente le muestra en los diversos acontecimientos lo efímera que puede ser hasta la vida misma, esa sola idea acelera el ascenso a personalidades perturbadas que en cualquier momento desencadenan en comportamientos patógenos muy particulares.

El grado de ansiedad en que vive nuestra población, que soporta sola esta carga emotiva, se muestra fatigada por la enorme información recibida de los diversos agentes divulgativos y publicitarios de los hechos nacionales y mundiales, que anuncian sobre temas como, la economía y su inestabilidad, la lucha armada que avanza sin tregua, el terrorismo y su barbarie desmedida, sin saber por orden de quien se ejecuta y quien será su próxima víctima.

Así mismo, el manejo manipulativo de la información, de los elementos de consumo, la moda y las frivolidades que atrapa a las masas, son, entre otros aspectos no menos importantes, los que arrojan sobre el receptor una enorme presión y el desconcierto natural que desestabiliza y derrumba cualquier seguridad o ilusión para luchar y generar acciones concretas al futuro.

Todo esto, lleva a cuestionar acerca de cuál es el papel al que están jugando los actores encargados de dirigir la cosa pública y política, obligando a cuestionar acerca del por qué tanta indiferencia y desidia para invertir en programas tendientes a vivienda, educación, salud y cultura, si son los grandes pilares para fortalecer la Democracia y enriquecer a las generaciones venideras y por qué se invierte y atiende con esmero a la guerra que solo deja dolor y muerte.

La administración del Estado en su apatía y hasta irresponsabilidad, ha olvidado el fin para lo cual han sido elegidos sus dirigentes, tomándose de forma personal y hasta dictatorial muchas decisiones importantes que deberían ser consensuadas con el pueblo que los designó, por ser su cargo un derecho ganado en democracia, y pareciera ser, que se están dando retrocesos históricos que paulatinamente van volviendo a épocas de sujeción monárquica.

De la misma forma, estos dirigentes no muestran mayor compromiso frente a la crisis que se vive, incrementándose progresivamente la corrupción ante la mirada indiferente de ciudadanos anestesiados con frivolidades y avatares de la moda, el consumo y a la telenovela y demás basura de la Tv., adormeciendo el deber que los obliga como miembros de una sociedad de derecho, en el que la gobernabilidad en muchos casos se reduce a la defensa de pequeños feudos, en un juego igualmente individualista, donde el  Patrimonio Cultural y documental de la  Nación se descuida junto al acrecentamiento de la aculturación y el relajo de valores y principios que antaño fueron orgullo de identidad patria.

Contrario a todo lo que se está gestando y que causa regresiones dañinas, sería muy importante fortalecer el sentido de pertenencia e identidad de nuestros pueblos, porque es allí donde radica la esencia y donde están las raíces que han hecho grande a las naciones. Es igualmente de vital importancia cuidar y salvaguardar el Patrimonio Cultural y documental de cada uno de nuestros pueblos, establecer políticas para hacerle frente al saqueo y abandono de los bienes culturales, incrementando en las nuevas generaciones programas educativos, que acrecientan el sentido de pertenencia, defensa y amor por lo autóctono como fuente inalienable del desarrollo de la cultura nacional, pues es allí donde está la memoria histórica para esclarecer los hechos presentes.

Los funcionarios que tienen a su haber el manejo de la educación y difusión de políticas estatales, tienen como deber promover y direccionar investigaciones en que se acrecientan programas originales, con alta sensibilidad estética, social  y humana, que retomen expresiones culturales y principios ancestrales que sirvan como canales de acercamiento al pasado, para minimizar el miedo a lo desconocido, pues hoy, al igual que en otras épocas son un  recurso que sirve como mecanismo de ayuda para confrontar un presente con muchos inconvenientes y avanzar venciendo los miedos al porvenir.

Pero lo importante frente a la crisis actual en que vive la sociedad colombiana, que causa conmoción y altera los ánimos, es reconocer que existen graves problemas y  no quedándose en la queja lamentándose de los hechos sin hacer nada al respecto o echándole la culpa a otros de  no se hace o hizo; actitud pasiva, mezquina  y conformista, lo único que causa es el incremento de mayores traumatismos y el retraso para la solución a los conflictos que requieren del compromiso y participación inmediata de los diversos actores del problema y en especial la intervención de la sociedad civil; es allí, donde la mediación de los afectados se hace imprescindible para ir saliendo progresivamente y de forma consensuada de este complejo dilema en que se  encuentran los habitantes de nuestra patria.

Alguien decía alguna vez, en una conferencia «que los seres humanos habíamos avanzado en tecnología, pero no en el campo espiritual».

Pensando en el atroz asesinato cometido contra nuestros compatriotas, los estudiantes, los ciudadanos del común, los desaparecidos, los niños, entre otros muchos coterráneos, lleva a la reflexión de que hay mucha razón en esa apreciación, pues pese a todo el avance al que ha llegado la humanidad, todavía se sigue desconociendo el sentido divino de la vida, y ese solo hecho hace difícil reconocer que no hemos progresado nada social y espiritualmente.

Armar guerras y mil querellas, olvidando que el diálogo existe, que se pueden discutir y dirimir las discrepancias por hechos constructivos y ejemplarizantes, sin atropellar al que controvierte o difiere de nuestros razonamientos, es un acto noble y digno de caballeros, del que parece estamos lejos de alcanzar si no hay voluntades de Paz y de Perdón.

La presencia masiva en las protestas ha sido el común denominador.