Opinión, TOP

EL SOCIALISMO CAPITALISTA

El Estado capitalista-socialista dio paso al Estado contratista, la contratación y sus vericuetos dieron vía libre a todos los fenómenos de corrupción.

 

 

Rodrigo Silva Vargas
Cuando estábamos en pleno proceso Constituyente, por allá en 1991, un periodista alemán, creo que de Der Spiegel, me dijo la frase que le da título a este escrito. «Ustedes en Colombia tienen un país con un socialismo capitalista», me dijo.
Desde luego, su afirmación me produjo una confusión tremenda, suponiendo que los dos conceptos, capitalismo y socialismo, son aparentemente antagónicos. Pero tal vez al observar mi estupor, el colega me dio su explicación.
Dijo que éramos un país muy raro, con un rancio capitalismo que sumía a la mayor parte de la población en la pobreza y la nueva esclavitud, pero un socialismo estatal muy bien desarrollado. «Acá, los aeropuertos, la telefonía, los hoteles, la salud, los puertos, las carreteras, la televisión, los hospitales, la electricidad y todo, funciona a través de empresas que son estatales. Tal vez exceptuando algunos sectores de la educación como colegios y universidades que en buena parte son privados, todo lo demás es propiedad del Estado».
Sin duda me trasladé mentalmente a algunos países que son monarquías que más parecen socialistas, como los Escandinavos, pero mentalmente aterricé no en Dinamarca sino en Cundinamarca, para usar la manida frase. Y caí en cuenta que el alemán tenía plena razón.
Sí, éramos un país en la que gran parte de las empresas eran de propiedad del Estado, y hacían presencia así fuese produciendo dinero, en algunos casos como todas las telecomunicaciones, o servicios a la comunidad, como las carreteras.
Pero llegó la oleada neoliberal que alegó que esas empresas no tenían futuro debido a los sindicatos, que las llevaría a la quiebra por sus exigencias. Si bien es cierto que en muchos casos hubo un sindicalismo mal entendido y hasta voraz, la verdad es que fue la mejor disculpa para privatizar la economía y llegar al extremo actual, en que ya no hay activos para respaldar la deuda externa.
Los gobiernos empezaron a vender todo. Se acabaron los ministerios como el de Obras Públicas, que hacía y mantenía vías, y se entregaron a las empresas privadas esos aeropuertos, telefonía, electricidad, puertos, televisión, y todo lo demás. Ventas que si se pudiesen cuantificar, terminaron en despilfarro y burocracia peores que la famosa indemnización de Estados Unidos por robarse a Panamá. Y de paso, como entonces, apareció ese gigante llamado corrupción.
El Estado capitalista-socialista dio paso al Estado contratista, la contratación y sus vericuetos dieron vía libre a todos los fenómenos de corrupción, pues ni siquiera en Estado compra papelería para su burocracia sino que consigue un contratista para que la compre. Y ya el Estado no construye o repara una vía sino que la entrega en concesión a cualquier Sarmiento o Nulle para que se vuelva dueña de ella y nos cobre el derecho constitucional al libre tránsito a través de peajes. Y hasta en la televisión, que era estatal, ahora vive, en buena parte, de las millonadas que el gobierno, a través de contratistas, les paga por la publicidad y hasta los publi-reportajes.
Muchos se sorprendieron y hasta pegaron el grito en el cielo cuando Gustavo Petro dijo, en su discurso triunfal del 19 de junio, que «vamos a desarrollar el capitalismo”. Pulularon los gritos en esos medios o miedos periodísticos que en su ignorancia no pueden entenderlo. No creo que sea volver al socialismo capitalista que me mencionaba el periodista alemán hace más de 30 años, que veo imposible, pero sí que ese capitalismo que vive de la nueva esclavitud, se transforme hacia sociedades más humanas, donde la persona valga por sí misma y donde tenga oportunidades.
A propósito, escuché a Álvaro Uribe en su mesurada rueda de prensa tras reunirse con Petro. Decía que está muy bien que se le dé tierra el campesino pero sin afectar al inversionista. En otras palabras, que el campesino no pueda ser inversionista sino que tenga tierra para que sobreviva. Ignora el señor que si hay un modo de producción socialista en Colombia, es precisamente en los sectores campesinos, donde la familia es la socia de lo poco que produce en medio de la desidia gubernamental por el campo.