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Crónicas de Nicolás Guillén: TIENDEN MANOS A EXCLUIDA HAITÍ

Tradiciones haitianas en Cuba

 

 

Texto y fotos

Lázaro David Najarro Pujol

Fuente: Portal nacional de la Uneac

Las crónicas del Poeta Nacional de Cuba, Nicolás Guillén tienden manos a la Republica de Haití, como muestra de la profunda y sincera admiración del autor por el hermano pueblo y sus originalísimas creaciones artísticas, expresó la ensayista, narradora y Doctora en Ciencias Literarias por la Universidad de La Habana Ana Margarita Mateo Palmer.

En el XIII Coloquio y Festival Nicolás Guillén, que sesiona en el Centro de Convenciones Santa Cecilia, en la ciudad de Camagüey (7 al 10 de julio actual), la también miembro de la Academia Cubana de la Lengua dictó la conferencia La Isla cercana y desconocida. Haití en las crónicas de Nicolás Guillén, en ocasión del aniversario 80 de la visita del Poeta Nacional de Cuba, a la nación caribeña, en 1942.

Aseguró que Cuba sigue tendiendo sus manos solidarias a la cercana y distante isla caribeña, terriblemente excluida y castigada por las grandes potencias mundiales a raíz de su lucha emancipadora.

La investigadora profundizó en la prosa Haití: la isla encadenada, que se publicó en 1941 en «Magazine de Hoy» (en el índice aparece una errata: Haití: La isla encantada), escrita por Guillen, aun sin haber viajado a la hermana isla caribeña. Destaca la bellísima descripción del paisaje a través de la mirada de un viajero que arriba por primera vez y plasma sus impresiones:

«Desde el barco es posible apreciar en una visión panorámica la belleza del paisaje, el esplendor y los grandes contrastes de su naturaleza maravillosa y agreste. Puerto Príncipe en la distancia es presentada como un risueño jardín tropical dorado por el sol: Platanales y palmeras ofrecen suave marco a la ciudad, que nos enamora la vista y nos la llena de dulce encanto antillano. Un mar tranquilo guardado por fieras montañas, lame blandamente las costas luminosas. A lo lejos, el bosque enérgico dispara sus flamboyanes, ceibas, sus caobas retando a un cielo eternamente azul, alto y sin nubes…»

La Premio Razón de Ser, por el proyecto de libro Ella escribía poscrítica (1994), resaltó que Guillén también detalla los personajes que observa: «niños famélicos que luchan desesperadamente por vivir… hombres de mirada triste que con sus pequeños burros que han recorridos largas jornadas desde el fondo del país para traer a la ciudad su rizaría mercancía…»

Matizó en el talento narrativo de Guillén, pocas veces desplegado de este modo, el poeta cuenta la terrible suerte que un pobre hambriento que al parecer ha robado un pedazo de ñame o algún plátano y cita: «Acaso no ha hecho nada pero ya está allí cogido debatiéndose inútilmente en las garras de un soldado que hace enérgico esfuerzo para sostenerlo por los andrajos y cuyo amarillo uniforme de gris limpio y planchado juega maravillosamente con las polainas lustrosas y los zapatos relucientes. El guardador del orden no espera mucho tiempo para impacientarse; alza su breve y pulido tolete de durísimo guayacán (…) y lo descarga con brutal ferocidad sobre la cabeza del infeliz cuyo rostro se llena de sangre y cuyo cuerpo se desploma pesadamente.

Un silencio de muerte se esparce sobre la multitud que aquieta enseguida. El gendarme arrastra a su víctima y la abandona como un fardo junto al mar.»

Expone que el autor rompe con la descripción del primer párrafo y comienza a hondar en los motivos por los que, a pesar de la cercanía geográfica, Cuba y Haití han sido espacios separados y distantes, no solo por el terrible y azaroso paso de los vientos, 77 kilómetros entre costa y costa que abren el camino del Océano al Mar Caribe, sendero de las traicioneras corrientes oceánicas, frontera natural entre las dos islas que, en la época de la crónica era salvada por los viajeros en unas breves horas de avión o unos cuantos días por mar, sino como comenta Guillén por la visión arteramente divulgada de una isla «tenebrosa, sin cultura y sin espíritus. »

Referenció autores que construyeron imágenes intencionalmente falsas y distorsionadas de la isla vertidas en la prensa estadounidense e internacional sobre la Republica Negra como un país de cultura esencialmente africana.

Pone como ejemplo el libro The Magic Island (La isla mágica), de William Buehler Seabrook, totalmente destructivo para Haití, nación calificada por el autor como lugar privilegiado de la magia del demonio y del satanismo. Añadió que el volumen La isla mágica (publicado en New York en 1929), apareció ilustrado con veinte dibujos que hablan por sí mismo de su falsedad respecto la referida ínsula caribeña.
Margarita Mateo Palmer mostró las dantesca ilustraciones del texto a cargo de Alexander King. Sus macabros personajes (haitianos), pasando sobre un túmulo de huesos, de labios exageradamente gruesos, ojos pequeños (semejantes a los gorilas) y espacio de la cabeza donde va el cráneo siempre disminuido (muy poco espacio para el celebro). Es lo que se ha llamado «la iluminación dramática que va a resaltar las figuras oscuras y tenebrosas.»

Refirió a textos sombríos de las ilustraciones entre los que sobresale: Enloquecidos por la sangre, el sexo, los dioses, ellos bailaban su oscura saturnal…

En las crónicas, dijo, Guillén despacha de un plumazo el andamiaje del libro William Buehler Seabrook y lo califica «…de enfermizo turismo literario, sin ninguna información seria, sin ningún mensaje de simpatía humana, sin el más ligero dato acerca del sufrimiento y el dolor del pueblo haitiano, víctima de una tiranía feroz.»

Enfatizó que la crónica de Guillén continúa con «un acercamiento a la historia haitiana». Toma en consideración «datos pocos difundidos, no solo a los referidos a la gran revolución iniciada en la década final del Siglo de las Luces», sino también «a las diversas muestras de solidaridad de Haití con las luchas independentistas de otros pueblos.»

Los textos de Guillén develan las importantes muestras del original quehacer intelectual haitiano, lo cual indica «el notable conocimiento que ya entonces poseía Guillén acerca de la cultura haitiana.»
Reflexionó: «¿Por qué no he de arrancar, en fin, el tupido velo que cubre para nosotros la cultura haitiana que nos impide ver sus valores, apreciar sus grandes figuras históricas, sus pensadores, sus novelistas, poetas, hombres de ciencias? Se pregunta, puntualizó, con la angustia de quien sabe que esa cultura ha sido sometida a un implacable y sostenido afán, no solo de su valoración, sino de difamación por las grandes potencias del mundo occidental, desde que osó luchar por su emancipación.»

Exteriorizó que la crónica de Guillén evidencia la situación de ese país bajo la tiranía de turno y «su camarilla dorada, con denuncias puntuales, no solo de los muertos y torturados por ese régimen, sino de los campos de concentración creados en el aludido país, con una mirada incisiva que abarca todo el subcontinente».

La crónica subraya la transcendencia de la situación haitiana para el resto de los países de América Latina, tanto como «la responsabilidad de los Estados Unidos en esta problemática».
La Doctora en Ciencias Margarita Mateo Palmer rememoró crónicas y semblanzas dedicadas por el Poeta Nacional de Cuba, a importantes personalidades de la cultura de Haití.

Margarita Mateo Palmer dictó la conferencia La Isla cercana y desconocida. Presencia de Haití y en la obra de Nicolás Guillén