Deportes, TOP

FABRICAR FANTASIAS

Flamengo no tuvo piedad de Tolima se impuso sin mayores problemas por 7-1.

Esteban Jaramillo Osorio.

Se desinflan rápido las ínfulas de clubes colombianos, cuando traspasan las fronteras.

Pero no se deben analizar con burlas las derrotas, especialmente cuando son apabullantes, como le ocurrió al Tolima, esta semana en La Libertadores. Se deben tomar con pinzas, con prudencia, para aprender de lo ocurrido.

Fue una noche de zozobra, frente a un rival, Flamengo, fecundo en su juego, con futbolistas de cualidades indiscutidas, que hicieron de su ataque una tromba.

Tolima, irreconocible, perdió desde el diseño del partido, por ausencia de solidez en los conceptos. Cayó una y otra vez, en una masacre que pudo ser mayor, de no haber sido por su portero Cuesta.

Fueron tantos los jugadores invisibles, ahogados por el libreto elegido, para afectar la condición de equipo compacto, tan elogiado en el medio.

Su rival le creó una falsa sensación de dominio, cediéndole por pasajes la pelota, para demolerlo, con ataques elaborados con técnica y precisión.

No entendió que a los brasileños no se les puede mostrar miedo. Son poderosos por la calidad de sus jugadores, por sus finanzas y la influencia de su público atronador, pero no son invencibles.

Varias veces, como ocurrió recientemente con Mineiro, se han ganado los partidos, sin cederles espacio, balón e iniciativa.

Es comprensible el efecto de la derrota, el que se debe mirar con ánimo reflexivo y no con linchamiento a los protagonistas de la caída.

Pero la pasión desenfrenada, la subjetividad crítica y la valoración excesiva de las ambiciones, multiplican el desencanto cuando no se dan los resultados.

La estrepitosa caída deja al descubierto, una vez más, la mentira promocional de nuestro fútbol.

Acostumbrados estamos a maquillar incertidumbres, sin críticas adecuadas, en el preámbulo de las catástrofes. Adornando con oropeles los guiones insuficientes de los entrenadores o las limitaciones, especialmente en la concepción del juego mental, de nuestros futbolistas.

Somos los periodistas generadores de fantasías, para acreditar las transmisiones, creando falsas expectativas, previendo los hechos desde lo irreal, desde el imaginario pasional.

Ha ocurrido muchas veces, en todos los deportes, especialmente en el fútbol. Para muestra solo dos casos: la catástrofe futbolera en el mundial de Estados Unidos y la humillante derrota 9-0 en Londrina, Brasil, en el preolímpico.