Opinión, TOP

EL FÚTBOL, TERAPIA EN LOS CAOS

Fútbol

 

 

Esteban Jaramillo Osorio

«El fútbol, ese juego importante…entre lo menos importante».

El mundo lo dominan los villanos, en una lucha fratricida de poderosos y valientes, que quieren el poder o la libertad. Dictadores, desquiciados, que navegan en la sangre de los pueblos para acrecentar su autoridad. Negro panorama para la paz de los pueblos.

Incierta, también, es la suerte de Colombia, por la fatigante verborrea de políticos incontinentes que esgrimen el agravio y sus manchadas hojas de vida, como argumento para lograr el favor popular.

Pero, bendito el fútbol, que se mantiene como terapia popular.

El fútbol, amado o denostado, con su vigencia entre las gentes pese al caos de un torneo vertiginoso, antitécnico y las eliminaciones sucesivas de clubes y selecciones, en el ámbito internacional.

En este tiempo de descuento antes de Bolivia o Venezuela, lleno de zozobra, abundan las previsiones negativas, que no ven ninguna opción al viaje a Catar.

Pero están, a la vez, los vacunados contra la adversidad que esgrimen su optimismo, sin temor a las crisis de rendimiento poco alentadoras.

Fuera de las canchas también se agita el ambiente por la próxima reelección de los directivos, que pasan con comodidad frente al bombardeo crítico de los aficionados.

Reinaldo Rueda sigue su rumbo hasta el término del curso, con el aprobado de la dirigencia, que, pese a la presión de algunos periodistas, nunca vieron la conveniencia de despedirlo.

Como tampoco consideraron los insultos de James a los aficionados, las discordias entre compañeros, o la división interior.

El silencio forma parte de los códigos de vestuario que, válido es afirmarlo, son de jugadores, entrenadores y directivos, pero no de periodistas ni de aficionados, porque entrar a ellos es activar la complicidad.

Oportuno afirmar que ni Bielsa, ni Gareca con quien ningún dirigente habló, son opciones para el próximo proceso, porque no se han barajado nombres.

Cuando rueda la pelota, el mundo es mejor. Pero cuando no llegan los resultados, «se pudren los afectos», como dijo el Premio Nobel fallecido, Gabriel García Márquez.