BORRADOR

Cleóbulo Sabogal, en el Día del Idioma: «LAS MÁQUINAS ESTÁN HABLANDO MEJOR EL ESPAÑOL QUE LAS PERSONAS»

Cleóbulo Sabogal Cárdenas

 

 

Textos y fotos

Ricardo Rondón Chamorro

Quien no lo haya visto de cuerpo presente, se lo imaginará entrado en años, poblado de canas, el rostro cetrino surcado de arrugas, unos ojillos inquisitivos de roedor de biblioteca, protegidos por unos anteojos gruesos como culos de botella, apoltronado en su oficina en medio de arrumes de mamotretos, incunables y periódicos amarillentos, picados por el tenebroso ácaro de la sarna; retrato sombrío similar al del recordado Godofredo Cínico Caspa de Jaime Garzón, pero no…

Cleóbulo Sabogal Cárdenas, el suspicaz y diligente custodio del idioma, es un hombre relativamente joven, sin una hebra plateada que delate vejez, con más aires de notario municipal, secretario de juzgado o cajero de banco.

-¿Qué se echa que no le salen canas?-, le pregunto.

-Me echo a dormir temprano, porque soy muy malo para trasnochar-, responde con un veloz lance sarcástico.

500.000 palabras

Sabogal, rodeado de diccionarios en su oficina de consultoría, la sala Rafael Maya

Sabogal se duele de cómo se maltrata el idioma, sobre todo en los medios de comunicación, cuando se da a la tarea de cazar gazapos. Dice, que de las más de quinientas mil palabras que en promedio ostenta el castellano, un colombiano raso -que puede ser un cargaladrillos-, no alcanza a manejar cinco mil.

-Hay considerable descuido y negligencia en el uso de la palabra. Las alocuciones en radio y televisión, sobre todo en las secciones de entretenimiento y farándula, están plagadas de yerros. Ni hablar de periódicos y otras publicaciones, la mayoría empedradas de errores.

En el portal de la academia que custodia el expresidente, filólogo, escritor, humanista y periodista colombiano 

Me afianzo en la reflexión de Gardeazábal para indagar al maestro Sabogal sobre las nuevas jergas que imponen los jóvenes. Tomo aire para soltar un terminacho que al ortógrafo en cuestión le podría incendiar las mejillas.

-¿Sabía usted, profesor, que la muchachada toma por abreviatura de gonorrea -con la que a diario se tratan- el barbarismo nea

-Pues no me extraña, porque las jergas no son de ahora sino de siempre. Y los jóvenes se apropian de vocablos para comunicarse. Pero no es para asombrarse ni para sufrir por eso.

-¿Vamos de mal en peor en el maltrato del lenguaje?

-Eso es relativo y sucede en cualquier país, España, México, Argentina, Colombia. En todas partes se habla mal o se habla bien, ya que siempre habrá personas que se preocupan por hablar y escribir bien, y otras que no les interesan y se las arreglan para comunicarse como mejor les parezca.

-¿Sigue siendo Bogotá la ciudad donde mejor se habla el español, dicho por los mismos españoles?

-En realidad, no hay un lugar en el que se pueda decir que se habla o se escribe el mejor idioma. Hace años lo dejó muy claro el Instituto Cervantes de España. Primero, en una de sus obras: Las 500 Preguntas más Frecuentes del Español. Si a un español le preguntan dónde hablan el mejor español, él seguramente no va a decir que en Buenos Aires, en Caracas, en Quito, Montevideo o Bogotá, sino en Valladolid. Pero no se puede desconocer que Colombia fue cuna de grandes filólogos y maestros de la oratoria como Rufino José Cuervo.

-¿Son más notorias hoy en día las faltas de ortografía que antes?

-Sí, porque no hay una preocupación constante al respecto, ni de los educadores ni de los educandos. En épocas pasadas, era de rigor en el pensum incentivar en la claridad del lenguaje, en la precisión de sus normas gramaticales, de ortografía y de sintaxis. Eso se ha perdido considerablemente. Por ejemplo, un libro que se publicó hace cuarenta y cinco años, Ortografía y Ciencia del Lenguaje, del profesor español José Polo, que se aplicaba en los primeros años de estudio, desapareció como por encanto.

-¿Qué libros de interés general recomienda para no cometer esas faltas de ortografía tan frecuentes?

-Recomiendo tres libros: El Buen Uso del Español, de la Real Academia de la Lengua. El Libro de Estilo, también de la Real Academia y Las 100 Dudas Más Frecuentes del Español, del Instituto Cervantes.

-De los más de cuarenta diccionarios que tiene en su biblioteca y maneja en su escritorio, ¿Qué nuevas adquisiciones ha hecho?

-La III Crónica de la Lengua Española 2022-2023, que justamente fue presentada en el reciente Congreso Internacional de la Lengua Española, que se celebró en Cádiz, compilación de artículos, crónicas, modismos, refranes, ponencias y avances de las obras. También la nueva edición del Diccionario Panhispánico de Dudas, edición del congreso de Cádiz, y el Diccionario Histórico de la Morfología del Español.

Por el idioma

Sabogal Cárdenas: veinticinco años al servicio del buen uso del idioma 

-Sabogal Cárdenas recibe en su escritorio un promedio de cuarenta consultas telefónicas y por correo electrónico, no más de veinte. No lee otro asunto que no tenga que ver con el lenguaje en todos sus niveles. Para él no hay palabras bonitas o feas. «Para mí las palabras son significativas, dicientes, pero no más. Tengo que reconocer que me disgustan las palabrotas, es decir, las groserías».

– ¿Siempre lleva ahí esa medallita?

-Sí, ¿por qué?

– ¿Por agüero?

-Por agüero, no. Porque es la tercera persona de la Santísima Trinidad, y es fuente de conocimiento y sabiduría.

Cruzamos el largo vestíbulo cinematográfico que conecta con las escaleras que conducen al primer piso donde está el paraninfo.

De salida, aprovecho para tomarle una última fotografía al lado de la estatua de don Miguel Antonio Caro.

– ¿Usted por qué me toma tantas fotografías?, ¿es que va a hacer un álbum conmigo?-, me espeta el académico como mirando a un bicho raro.

-Maestro, usted es todo un personaje. Mis respetos-.

De tintillas y tinteros

-¿Cómo han sido las relaciones con sus padres a partir del nombre con que lo bautizaron?

-Fue una relación de gratitud la que tuve con ellos, porque los dos fallecieron. Sin embargo, agradezco a mi padre el haber escogido este nombre griego, Cleóbulo, que tiene un gran significado y que, al decir de muchos, hago honor a él.

-¿Por ese nombre fue que decidió en su juventud seguir los caminos del sacerdocio?

-No, el nombre no tuvo nada que ver con mi carrera sacerdotal.

-¿Qué lo motivó entonces?

-La vocación que desde niño sentí y por la que estuve diez años interno en el Seminario de Ibagué.

-¿Tiene un diario donde cuenta esta vida y la otra al servicio de Dios?

-Nunca he llevado diarios.

-Pero con diez años de encierro monástico debe tener muchas cosas que contar…

-Hay un conjunto de anécdotas, tristezas, alegrías y satisfacciones, pero tampoco como para publicar un libro.

-Cuando se observa al espejo, ¿no le da la leve impresión de que está tomando la sospechosa curvatura de una interrogación?

-Me doy cuenta de que estoy tomando la forma de un signo de exclamación, porque cada vez me admiro más de lo que desconozco.

-¿En instantes neuróticos lo asaltan tempestades de tildes, apóstrofos y comas?

-No, las tempestades que me asaltan tienen que ver con problemas sintácticos.

-¿Es usted un obsesionado de la letra H?

-Sí lo soy, porque muchas veces me quedo como una H, es decir, mudo, ante el conocimiento inabarcable de nuestro idioma.

-¿Cuál es para usted la letra más sensual del alfabeto?

-Podríamos retomar la H, puesto que con ella se escriben muchas interjecciones como hum, huy y hey. Esta última dio nombre a una de las célebres canciones de Julio Iglesias.

-¿Tiene alguna aversión contra la Ñ?

-En absoluto, porque es una letra indispensable en nuestro idioma.

-¿Por cuál signo de puntuación siente más simpatía?

-Por la coma, porque es el signo que más usos tiene y el que más se presta a discusión.

-¿Es verdad que es difícil ingresar a su domicilio por la cantidad de diccionarios y libros de gramática que existen?

-No es verdad, puesto que soy una persona muy organizada y casi todos mis libros están en el estudio de mi apartamento.

-¿Cuál es el diccionario en español más confiable en este momento?

-Aparte del Diccionario de la Real Academia Española, consulto otros muy importantes como el Diccionario de Uso del Español y el Diccionario del Español Actual.

-¿Sigue consultando a María Moliner?

-Sí señor, porque es uno de los diccionarios más importantes de nuestra lengua y la editorial Gredos se ha encargado de actualizarlo.

-¿Leería una novela procesada por inteligencia artificial?

-No señor. De hecho no leo novelas. Me concentro en los libros que tienen que ver con el buen uso del idioma.

-¿Tampoco confía en el chat GPT de corrección?

-Menos. Es como confiarse en los de Whatsaap. Me ha ocurrido que cuando saludo a una amiga periodista que se llama Panchita, a ella le sale «panochita»  .

-¿Y, el solo, con tilde o sin tilde?

-El Diccionario Panhispánico ha cambiado la norma: debe escribirse con tilde opcional, cuando hay casos de ambigüedad. Ejemplo: almuerzo sólo a las tres. Si hay compañía, no va tilde

-¿Los colombianos somos unos malhablados?

-Más que malhablados, diría que hay mucho desconocimiento de nuestro idioma y que lo maltratamos a menudo.

-¿Tiene por afición cazar gazapos como en su momento lo hizo el profesor Roberto Cadavid Misas, el recordado Argos?

-No tengo esa afición, pero los detecto fácilmente cuando estoy leyendo.

-¿Cuál es la palabra más extraña que conoce?

-Calipedia, una palabra de origen griego que designa el arte quimérica de procrear hijos hermosos.

-¿Cuál es el verbo que más conjuga?  

«Leer”.

¿Y del que más rehúye?

«Emperezar, es decir, dejarse dominar por la pereza.

-¿Es usted un artículo de fe?

-No lo soy, porque los artículos de fe solo pueden ser propuestos por la Iglesia.

-¿Lo conmueven las diéresis?

-No me conmueve su presencia, sino su ausencia, ya que muchos creen que este signo diacrítico ya no se emplea.

-¿A qué sabe una lengua muerta?

-A nostalgia, porque es un sistema de comunicación ya perdido.

-¿Cuál es su pesadilla más frecuente?, ¿acaso la mala ortografía?

-La ortografía es por definición escritura correcta; luego, ‘mala ortografía’, es una contradicción y ‘buena ortografía’ es un pleonasmo o redundancia.

-¿Entonces, cómo se dice, profesor?      

-Se dice cacografía, es decir, la escritura contra las normas de la ortografía.

-¿Y usted es el verdugo implacable de los cacógrafos?

«Si me dan la oportunidad, me convierto en un censor, más que en un verdugo.

-¿Cuál es el antónimo de cacógrafo?

-Ortógrafo, y ese soy yo.

-¿Qué pecados puede tener un hombre aparentemente puro como usted?

-El orgullo.

Sabogal se duele de cómo se maltrata el idioma, sobre todo en los medios de comunicación, cuando se da a la tarea de cazar gazapos.