Opinión, TOP

LA LUCHA DE LOS ADULTOS MAYORES

Justicia 

 

 

David Turbay Turbay

He puesto todo en manos de Dios. Estimo que este es un caso de relevancia nacional que amerita su selección por la Corte Constitucional. A ella he acudido, con respeto, con un escrito que no solo demuestra las flagrantes violaciones de mis derechos humanos, sino que reclama, que se señale perentoriamente el tratamiento diferenciado y preferente a que tienen derecho los adultos mayores en materia acceso a la administración de Justica. La semana entrante procuraré ser oído por la Procuraduría, la Defensoría del pueblo y la Personería de Bogotá. Estimo que el Ministerio Público, no se puede quedar cruzado de brazos. Y que mis argumentos jurídicos y humanos, ameritan un pronunciamiento de fondo del juez constitucional.

Cada día aparecen más y más probanzas que demuestran que no he faltado a la dogmática penal cuando reclamo acción rectificadora de la justicia. Pronunciamientos en el sentido que indico como el constitucional, me dan la razón. Y espero que la Corte Constitucional así lo reconozca. Seleccionar mi tutela, y revisar los pronunciamientos no acertados de quienes pretendieron ignorarla, será también un logro de los adultos mayores, y de sus muy claros derechos. Ni la inmediatez ni la subsidiaridad, podrán ser barreras invencibles cuando un adulto mayor reclama su derecho a acceder con flexibilidad a la administración de Justicia. Somos el 22 por ciento de la población colombiana, y ello refuerza la necesidad que la Corte Constitucional con sabiduría se pronuncie.

He leído casos inauditos en los cuales, antes de la ley 2055 de 2020, que aprobó la protección resuelta de los derechos humanos de los adultos mayores, se decreta la improcedencia de la acción de tutela, porque falta un recurso por agotar. Pero también he encontrado providencias humanas, que hacen privilegiar los derechos humanos frente a las consideraciones procedimentales.

Hoy ya no hay diferencia entre adulto mayor y persona de la tercera edad. Todos, desde los 60 años, son adultos mayores. Y esa edad de los 60 años es la determinada por la Organización mundial de la Salud como la de partida del envejecimiento, reductor de las expectativas de vida. Yo, ya superé los 70. Y mi salud la ha deteriorado gravemente el proceder criminal, de quienes han puesto la justicia al servicio de sus odios envidiosos. Dios se encargará de cobrárselos. Ruego porque así no sea, que Dios se apiade de ellos.

Voy a enviarle a todos los Magistrados de la Corte Constitucional lo que he escrito, con sus precedentes constitucionales. Lo que ha afirmado la justicia internacional para casos muy similares o idénticos. Y frente a todo ello solicito con respeto, protección idónea y eficaz a mis derechos fundamentales, afectados actual, continua y permanentemente.

Espero que el Ministerio Público de todas las instancias del País, me acompañe en esta gesta por el respeto de la dignidad humana.

Reclamo que todos los ancianos, comprendan que no solo es mi lucha, sino la que yo emprendo también para ellos, pues nosotros, todos los mayores, merecemos respeto judicial y del Estado. Nadie puede olvidar que somos sujetos de especialísima protección constitucional.

Ver cómo unos niños pueden lograr después de 30 años de lucha el reconocimiento de su verdadera paternidad, su protección, me llena de regocijo. Negarle a unos niños durante tanto tiempo ese derecho a que su padre los mantenga, los proteja, los guíe y ayude a vivir las etapas existenciales, demuestra que el paso de los años no anula los derechos. En buena hora lo hizo la Corte Constitucional.

La justicia tiene que estar al servicio de la verdadera justicia, y no del poderío de quienes amenazan aseverando que tienen incondicionales jueces y fiscales.

También los jueces serán mayores o ya lo son, o sus padres. También, Dios no lo quiera, reclamarán algún día unos derechos que priman sobre el derecho interno. Y deben pronunciarse, no por ello, sino porque 183 países del mundo así lo decidieron firmando una Convención Interamericana de protección a los adultos mayores y sus derechos frente a la creciente indefensión, exigiendo unas interpretaciones garantistas, que no estén al servicio de pocos sino de la Constitución Nacional que privilegia sus derechos.

Vamos a hacerlo, vamos a lograrlo. es la gran lucha por nuestra dignidad. La esperanza no es lo último que se pierde. ¡¡Es la dignidad!!