Opinión, TOP

Crónica de Gardeazábal:  ACUARELAZO DE LOS ROLOS

Edificio Acuarela, que será demolido en las próximas semanas. 

 

 

 

Gustavo Álvarez Gardeazábal

El Porce

En mi infancia llamábamos rolos a los bogotanos sin saber por qué .Con el paso del tiempo y ungidos por el centralismo apabullante conque nos pasaron de gobernar a someternos, he entendido porque los tildaron de rolos. Ellos saben de todo, opinan de todo, menosprecian la autonomía provinciana y quieren manejar municipios y departamentos con la rigidez que les da el creerse dueños de la verdad.

Por estos días van a  cometer unos de los absurdos que más han deseado en los últimos años las autoridades rolas.

El lunes comienza la destrucción del edificio Aquarela en Cartagena. El costo de tumbar piso por piso ha sido contratado en 11 mil millones  y el valor total lo asumirá la municipalidad de Cartagena.

Las demandas que se vendrán por indemnizaciones serán muchos más cuantiosas y como la orden y la responsabilidad de hacerlo la delegó plenamente ,con criterio muy rolo, el Ministerio de Cultura en Cartagena, también las asumirá el tesoro municipal.

Con esa mil millonada que se gastarán para satisfacer el orgullo de los rolos que consideran a Cartagena una barriada de su propiedad, se podrían haber alimentado miles de niños que hoy aguantan hambre en sus hogares o  con esa misma plata  que van a pagar en la demolición y las indemnizaciones, podrían  haber construido miles de casas para tantos destechados que hay en el barrio Mandela o las periferias de la bomba del Amparo.

Pero no. El capricho rolo dijo que el patrimonio histórico de Cartagena se defiende cueste lo que cueste porque es como ellos lo miran, y en su calidad de guardianes de la heredad, el castillo de San Felipe no lo puede mirar la plebe sino desde el  mismo sitio que lo ven los turistas y que los rolos asumen que los ven a ellos cuando llegan caminando como los virreyes a la ciudad heroica.

Absurdo de absurdos conseguido por la obsecuencia humillante de Dumek Turbay, un alcalde que no tiene una pizca de la entereza que el país le reconoce a los que llevan su apellido.