El famoso «coscorrón» que sepultó la carrera política de Germán Vargas LLeras.
El Porce
Como lo diría el argentino Milei, la casta colombiana está haciendo agua.
El escándalo de la Unidad de Riesgos, con sus carros tanques y sus oficios de caja menor del régimen, pero fundamentalmente el mercado de compraventa de las voluntades de los presidentes de ambas cámaras, está inundando con el desprestigio no solo a los contratistas que fungen de congresistas, sino a toda la casta zurda que nos gobierna.
Así como el coscorrón de Vargas Lleras le hundió para siempre la carrera política a quien bien deberíamos haber tenido de presidente, el pago por los servicios prestados o por prestar para que pasen las reformas del gobernante, ahoga en el desprestigio a todos por igual, empezando por el propio presidente.
En Colombia todos hemos aceptado por años, quizás por siglos, que los hacedores de las leyes tienen precio, pero hasta que no llegaron los alepruces zurdos que están ayudando a gobernar al primer presidente de izquierdas, no nos lo habían comprobado tan espectacularmente como lo hicieron ahora.
No vale el alegato de que la plata que acusan a los funcionarios presidenciales haber llevado a las manos de los más altos símbolos del legislativo, haya sido recogida o facilitada por los contratistas de la ya mítica Unidad de Riesgos.
No es plata directamente de los impuestos que pagamos los colombianos, pero se consiguió a través de quienes hoy dominan el panorama del estado nacional: los cada vez más grotescos contratistas.
Quitarse de encima el peso de haber sido el gobernante que compró la voluntad de las cámaras, no lo va a borrar ningún manejador de imagen por verraco que sea.
Y va a pesar tanto que congresista que vote las reformas del gobierno será automáticamente convertido en sospechoso de haber sido comprado.
Es el mito creciente rodando loma abajo, arrastrando la casta que nos ha gobernado inmisericordemente.