Opinión, TOP

LA BUENA VIBRA DE COLOMBIA

James Rodriguez de lejos sigue siendo el mejor jugador de Colombia.

 

 

 

Esteban Jaramillo Osorio

Buena vibra hay en Londres para Colombia. En el Olímpico le ganó a España, con fútbol de vuelo e inobjetable resultado. En Wembley, mítico escenario, el combinado nacional, dirigido por Maturana, le dio distinción a su fútbol, con un empate ante Inglaterra, con gol agónico de Andrés Escobar, hace 36 años.

En el mismo escenario, Rene Higuita, siete años después, fabricó su acrobático y artístico escorpión, catalogado por muchos, como la mejor jugada del planeta del fútbol.

El invicto, en mi concepto, importa poco. Sin derrota estuvo Colombia, antes del mundial en el 94 y luego protagonizó el peor descalabro de la historia con la selección.

Trascienden el gol de mágica construcción, que tuvo un cierre magistral con la media volea de Muñoz, que lo reafirmó como figura del partido.

Fue el remate con distinción, sin vulgaridad, de una espléndida acción colectiva, que tuvo intérpretes de lujo.

Ocurrió cuando mejor jugaba Colombia, que dejó atrás las vacilaciones y los miedos de la primera parte, para, con tres movimientos de pizarrón, tres de posición y libertad sin caos, en el rendimiento colectivo en el ataque, someter a los españoles, arrinconados en su defensa.

Fueron momentos de lecciones magistrales de la tricolor, en el manejo del balón, en el espacio reducido.

Cuando James entró a la conversación, el fútbol de Colombia cambió, porque el técnico adelantó sus líneas, jugó en campo contrario, acomodó sus fichas, abandonó el juego calculador, temeroso, le dio confianza al equipo con golpes de pizarrón, para una postura diferente en sus ambiciones.

Sobre el papel Lerma, sin Castaño, ya ausente, quedó solo en la zona media de marcar, pero siempre tuvo el solidario aporte de Ríos y Arias para defender con siete, frente al desperdigado ataque español.

Trotón, cansino, intermitente, bajo de forma, pero con su técnica intacta, reflejada en sus asistencias inesperadas, James volvió a su amor pasional, la selección Colombia. Es un deleite con el balón en sus pies.

Como lo fue Luis Díaz, cercano esta vez a sus mejores versiones de Liverpool, por sus dominantes requiebros en velocidad, sus caderas en movimiento, su pase de gol, hecho con maestría, para destrozar la defensa española.

España la víctima, que, a propósito, a pesar de la alineación alternativa, es campeona de la liga de Europa reinante y tiene casilla asegurada para la próxima Eurocopa. Un plus adicional en la victoria, como lo fueron aquellos inolvidables triunfos ante Alemania y Brasil.

En el país de la monarquía, los plebeyos fueron reyes. De lujo la actuación de Muñoz, Lerma y Lucumi, tan puntuales en las marcas, como claros en el inicio y la salida del juego.

Segundo tiempo para enmarcar. Y, sin banalizar el registro de los triunfos, pasan por encima en la consideración general, la renovación, la evolución en el rendimiento, el vínculo efectivo con el juego, con el gol, con el público, e incluso con la convivencia.

Se vieron lujos, enganches, amagues y taquitos. Es nuestro fútbol cuando el dominio llega desde el balón. Cuando hay atrevimiento y protagonismo.

Es la selección Colombia, productora de alegrías, firme en su paso a paso, prueba tras prueba, ganándole el pulso a los escépticos.