Opinión, TOP

MENDIGOS DEL FÚTBOL

Futbolistas que gambetearon la pobreza y salieron triunfadores 

Esteban Jaramillo Osorio

Le sigo la huella al balón y su encanto lo encuentro en cualquier cancha. Desde los estadios deslumbrantes, hasta los potreros, sintiendo el aroma, el ruido de las muchedumbres, o los cantos desaforados de gol en la soledad del fútbol de barriada.

Sacio mi apetito, especialmente, cuando se activan las ligas superiores, las del fútbol contemporáneo de alto vuelo, adaptado a las tendencias actuales, sin desconectarse de las esencias básicas del juego, con respeto a los aficionados y al espectáculo.

Dicho de otra manera, las ligas europeas y la «Champions» con su admirable expresión en cada partido, evidente en trámites y resultados. No es, sin embargo, el verdadero fútbol, porque fútbol hay por todas partes, con sus tantas maneras en su práctica y desarrollo.

Juegan todos, sin dar tregua, con errores enmendados, alto vuelo técnico, con velocidad, intensidad e insistencia. Desde la habilidad individual y colectiva, el físico inagotable, la táctica y la estrategia, con entrenadores ambiciosos, todos innovadores, anhelantes de triunfos y discursos elocuentes.

Juegan con ritmo sostenido, sin trampas, sin preferencia a los conflictos, sin interrupciones programadas, maliciosas, con respeto al árbitro.

Rivalizan los futbolistas con los ojos del mundo puestos en sus botines, preparados para ganar, sin miedo en el cuerpo, a pesar de que es evidente, en muchos casos, la diferencia en la cotización de sus jugadores, en su talento y el poder de sus nóminas.

El choque de los entrenadores, es un valor agregado de la competencia. Estudiosos, analíticos, innovadores, con desafíos conceptuales que justifican en los resultados y argumentan con sus discursos llenos de contenidos.

Cuesta resistirse a la comparación, entre el fútbol colombiano y el europeo.

Son profundas las diferencias. Los partidos de fútbol, en la élite, son conciertos de violín y piano, con amor al gol y al espectáculo y en estadios llenos. Los nuestros, plagados de fricciones, interrumpidos, con tantas pataduras que enlodan la calidad que por pasajes se muestra. En la rutina de cumplir y cobrar con burlas al reglamento, con la mitomanía de los medios que muestran lo que no se ve y ensalzan dioses imperfectos.