La naturaleza y el ejercicio contribuyen a la felicidad.
Gerney Ríos González
Desde que la humanidad se conoce y fue a medida del transcurrir del tiempo agregando conocimientos y destrezas para la supervivencia, la imaginación y el trabajo de la mente, se idearon una serie de razones con el fin de evitar la muerte física del cuerpo. Pero, además, el hombre se aventuró en su existencia en buscar a todo trance la felicidad y la alegría, antídotos contra el aburrimiento en la prolongación de los años. Hoy, existen avanzados estudios que demuestran que la felicidad es posible de alcanzar, si sumamos con decisión risas y relaciones humanas en el marco de un conjunto de normas, principios y técnicas para que las personas entablen excelente conectividad, correspondencia, nexo, correlación, concordancia, concernencia e ilación entre sí, lo cual es vinculante de aceptación, simpatía y madurez que reflejamos hacia los demás.
La alegría es una emoción placentera, a veces propiciada por la risa. La felicidad es un disfrute de lo que tenemos aquí, allá y ahora, concatenada con el sentido que le damos a nuestra vida desde las relaciones con los entornos vivos. La alegría nos puede provocar una sensación positiva relativa, la felicidad tiene un efecto permanente en nuestro bienestar, benéfico para la salud que debe ser oxigenado con buenas experiencias y el cultivar su propia prosperidad.
Antiguamente, alquimistas de improvisados laboratorios, brujos, hechiceros, encantadores, nigromantes, médium, naguales y jurguinas, prometían alegría y felicidad. Aún hoy ejercen «pitonisos» que le adivinan la suerte y como ser esplendoroso, le regresan al ser amado, hacen «amarres» basados en la sustancia de «cochorní» y caldo de «canfínfora»; al amor, le venden los elixires «de la eterna juventud», en suma, lo hacen una persona de éxito. Pero, todas estas engañifas que siempre han estado ligadas a la humanidad en busca de la plenitud de la vida, van quedando de lado con los estudios serios de aquellos detalles sicológicos y sociológicos sobre el comportamiento colectivo en escudriñar la prosperidad y la fortuna.
«La evidencia científica demuestra que se alcanza a través de las conexiones interpersonales, la gratitud, la risa y la limitación en el uso de las redes sociales, que permiten las comparaciones y afectan la autoestima», leemos en Lisa Bevill en The Conversation. Ella, directora del Centro de Salud y Bienestar de IE, plantea que las emociones positivas suscitan una conducta solidaria, que es la que nos permite forjar conexiones y crear comunidades.
RELACIONES
Las Universidades de Oxford y Harvard, pioneras en multitud de estudios sobre la conducta humana, han «descubierto» en esta misión sobre el desarrollo personal de hombres y mujeres que las relaciones de los seres pensantes son claves para la felicidad, igualmente, la risa juega un papel principalísimo en el bienestar de los adultos a cualquier edad. Ambas actitudes generan emociones positivas y aumentan los años de vejez y son vitales a la supervivencia. Amplían el campo visual y estimulan la conducta sicosociológica conectora con los intercambios de experiencias y convivencias que ayudan a desarrollar sentimientos referenciados por la alegría, la decepción, las expectativas e inquietudes.