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El respaldo marroquí a la independencia de Argelia: INGRATITUD HISTÓRICA

El rey Mohammed V recibiendo a Ferhat Abbas en Rabat el 16 de octubre de 1959, quien acudió en busca de ayuda del soberano contra el ocupante francés.

 

 

Fikri SOUSSAN

Hispanista marroquí

El rey Mohammed V recibiendo a Ferhat Abbas en Rabat el 16 de octubre de 1959, quien acudió en busca de ayuda del soberano contra el ocupante francés.

Durante el siglo XX, el Magreb fue escenario de una feroz lucha anticolonialista. En la segunda mitad del siglo, Argelia libró una de las guerras de independencia más cruentas contra la ocupación francesa, un conflicto que dejó más de un millón de muertos. En esa batalla, Marruecos desempeñó un papel clave en la victoria argelina, proporcionando apoyo logístico, diplomático y militar a los combatientes del Frente de Liberación Nacional (FLN). Sin embargo, a pesar de la solidaridad histórica entre ambos países, el régimen argelino, tras su independencia en 1962, optó por alimentar la inestabilidad en la región apoyando al movimiento separatista del Polisario en el Sáhara marroquí.

Marruecos, un aliado fundamental en la independencia argelina

El respaldo marroquí a la lucha argelina contra Francia no fue menor. Desde el inicio de la guerra en 1954, el difunto SM el Rey Mohamed V puso a disposición de los insurgentes argelinos territorios fronterizos como bases de operaciones, permitiendo el paso de armas y combatientes. Asimismo, Marruecos acogió a líderes del FLN y respaldó la causa argelina en foros internacionales como la ONU y la Liga Árabe, abogando por el reconocimiento de la independencia de Argelia.

Uno de los hitos más importantes de este apoyo fue la celebración del Congreso de Tánger en 1958, donde Marruecos, Túnez y el gobierno provisional argelino acordaron una estrategia común para presionar a Francia y consolidar el ideal de un Magreb unido y libre del colonialismo. No obstante, la independencia de Argelia en 1962 no derivó en la esperada cooperación regional. Al contrario, el régimen argelino adoptó una política exterior hostil hacia Marruecos, empezando por el desconocimiento de las fronteras históricas que Francia había alterado durante la ocupación.

El Rey de Marruecos, Mohammed V (tercero desde la izquierda), y el príncipe heredero Moulay Hassan (en primer plano, saludando) reciben en Casablanca al líder argelino del FLN (Frente de Liberación Nacional), Ferhat Abbas (al centro), a su llegada para asistir a la inauguración de la Conferencia Africana el 3 de enero de 1961.

La Guerra de las Arenas: el punto de quiebre

Apenas un año después de su independencia, Argelia y Marruecos se vieron envueltos en la Guerra de las Arenas (1963), un conflicto que evidenció el viraje del gobierno argelino. Lejos de reconocer el apoyo marroquí a su liberación, el recién instaurado régimen de Ahmed Ben Bella adoptó una postura expansionista, apoyándose en el armamento heredado de los franceses y en la ayuda militar de la Unión Soviética y Cuba para enfrentarse a Marruecos. La guerra terminó con un alto el fuego tras la intervención de la Organización de la Unidad Africana, pero la fractura en las relaciones entre ambas naciones se profundizó.

El apoyo argelino al separatismo saharaui: una traición histórica

A partir de 1975, con la retirada de España del Sáhara, Argelia emprendió una política de confrontación con Marruecos al brindar respaldo logístico y financiero al Frente Polisario, un grupo separatista que busca establecer una entidad independiente en el Sáhara marroquí. Este apoyo se ha traducido en la provisión de armamento, entrenamiento militar y la concesión de territorio en Tinduf como base de operaciones para el Polisario.

La contradicción argelina es evidente: mientras que en los años 50 y 60 exigía el respeto a la autodeterminación de su pueblo frente a Francia, hoy niega la unidad territorial de Marruecos, interfiriendo en un conflicto artificial que mantiene bloqueado el desarrollo regional. La implicación de Argelia en este conflicto no responde a una cuestión de principios, sino a una estrategia geopolítica que busca debilitar a Marruecos y evitar su liderazgo en el Magreb.

Un mensaje para América Latina

El caso de Marruecos y Argelia es una lección para América Latina, una región marcada por conflictos históricos derivados de la fragmentación y las disputas territoriales. Países como Argentina y Chile han sabido resolver pacíficamente sus diferencias limítrofes, lo que les ha permitido enfocarse en su desarrollo. Por el contrario, el régimen argelino ha preferido enfrascarse en una política de confrontación con su vecino en lugar de apostar por la integración magrebí, que beneficiaría a millones de personas en ambas naciones.

La historia demuestra que Marruecos ha sido un actor comprometido con la estabilidad y la cooperación regional. Su apoyo a la independencia argelina fue desinteresado, pero la respuesta del régimen de Argel ha sido fomentar la división y la inestabilidad. En un mundo donde la unidad es clave para enfrentar los desafíos del siglo XXI, la postura argelina es tan anacrónica como perjudicial para el futuro de la región.

Marruecos ha demostrado ser un país que defiende su integridad territorial sin caer en la provocación. La comunidad internacional, incluidos los países latinoamericanos, debe mirar con atención esta situación y reconocer la paradoja que representa el apoyo argelino al separatismo, mientras se niega a reconocer su propia historia de lucha contra la ocupación francesa.

El Magreb tiene un potencial enorme para convertirse en un polo de desarrollo económico y estabilidad, pero mientras persista la hostilidad argelina hacia Marruecos, esa posibilidad seguirá siendo una utopía. La paz y la integración deben primar sobre la división y el enfrentamiento, y en ello, Marruecos ha dado una lección que no debe ser olvidada.

El Rey de Marruecos, Mohammed V (tercero desde la izquierda), y el príncipe heredero Moulay Hassan (en primer plano, saludando) reciben en Casablanca al líder argelino del FLN (Frente de Liberación Nacional), Ferhat Abbas (al centro), a su llegada para asistir a la inauguración de la Conferencia Africana el 3 de enero de 1961.