Auto Autoflagelante en Santo Tomás Atlántico
En el corazón del Caribe colombiano, el municipio de Santo Tomás se prepara un año más para vivir una de las manifestaciones de fe más impactantes y a la vez polémicas de la Semana Santa en el país: la flagelación pública. Cada Viernes Santo, esta tranquila población del Atlántico se convierte en escenario de una procesión donde la penitencia toma una forma visceral y sangrienta, con hombres azotándose la espalda como un acto de devoción y expiación.
La tradición, transmitida de generación en generación, atrae a cientos de curiosos y devotos que observan con mezcla de asombro y respeto cómo los penitentes, conocidos localmente como «flagelantes» o «disciplinantes», recorren las calles bajo el sol caribeño. Con la espalda descubierta, se golpean repetidamente con látigos artesanales, a menudo elaborados con cuerdas gruesas y trozos de metal o vidrio, hasta que la sangre brota y tiñe sus ropas.
Para quienes participan en esta práctica, la flagelación es una forma de pagar «mandas» o promesas religiosas, de purgar sus pecados o de agradecer favores divinos. Muchos sienten que a través del sufrimiento físico, logran una conexión más profunda con el sacrificio de Jesucristo en la cruz.
«Es un dolor fuerte, pero es una promesa que hice. Lo hago por mi familia, por mi salud», comenta Luis, un habitante de Santo Tomás que lleva varios años participando en la flagelación. «Siento que así me acerco más a Dios».
Sin embargo, esta manifestación de fe no está exenta de controversia. La Iglesia Católica local, aunque respeta la tradición arraigada en la comunidad, no promueve ni alienta la flagelación. Enfatizan que la verdadera penitencia se encuentra en la oración, la reflexión y las obras de caridad, y advierten sobre los riesgos físicos y la posible banalización del sufrimiento de Cristo.
Las autoridades de salud también han expresado su preocupación por las heridas e infecciones que pueden resultar de esta práctica, recomendando alternativas de penitencia más seguras.
A pesar de las críticas y las recomendaciones, la tradición de la flagelación persiste en Santo Tomás, convirtiéndose en un elemento distintivo de su Semana Santa. Cada Viernes Santo, la procesión de los flagelantes se convierte en un evento central, donde la fe cruda y el sacrificio personal se manifiestan de una manera que impacta profundamente a quienes lo presencian.
Mientras Colombia vive la Semana Mayor con diversas expresiones de religiosidad, Santo Tomás se erige como un lugar donde la penitencia toma una forma extrema y visible, un testimonio de la profunda devoción de algunos de sus habitantes y un tema de debate sobre los límites de la fe y la interpretación del sacrificio religioso. La flagelación en Santo Tomás sigue siendo un fenómeno único y sobrecogedor dentro del panorama de la Semana Santa colombiana.