La atención mundial se centró en la chimenea de la Capilla Sixtina, donde la «fumata» negra indicaría el resultado de la primera votación del cónclave para elegir al nuevo Papa.
Los ojos del mundo se posaron ayer en la histórica chimenea de la Capilla Sixtina, en el corazón del Vaticano, aguardando la señal que indicaría el resultado de la primera jornada de votaciones del cónclave para elegir al sucesor del Papa Francisco. Sin embargo, la densa humareda que emergió al caer la tarde fue inequívoca: fumata negra. Este signo tradicional confirmó que los cardenales electores no lograron alcanzar la mayoría de dos tercios necesaria para ungir al nuevo líder de la Iglesia Católica en esta primera instancia.
La Plaza de San Pedro se convirtió en un hervidero de expectación, congregando a miles de fieles, curiosos y una vasta representación de medios de comunicación de todo el planeta. Las cámaras y los micrófonos apuntaban incesantemente hacia la pequeña chimenea, símbolo de un proceso ancestral y trascendental para la fe católica. La aparición de la fumata negra desató un murmullo colectivo, marcando el inicio de una espera que se extenderá por los próximos días, mientras los 117 cardenales electores permanecen recluidos tras los muros vaticanos, inmersos en la oración y el secreto de sus deliberaciones.
El riguroso protocolo del cónclave mantiene a los purpurados aislados del mundo exterior, en un ambiente de profunda reflexión espiritual y discernimiento. Tras la solemne ceremonia de inicio, los cardenales procedieron a la primera votación, un acto cargado de significado y responsabilidad. La fumata negra de hoy indica que, si bien se ha dado el primer paso en este complejo proceso, aún no ha surgido un consenso mayoritario en torno a un candidato.
Este resultado inicial no es inusual en la historia de los cónclaves, ya que las primeras votaciones suelen ser exploratorias, permitiendo a los cardenales evaluar las diferentes opciones y construir alianzas. La liturgia y las votaciones continuarán en los días venideros, manteniendo al mundo en vilo y a la espera de la señal definitiva: la ansiada fumata blanca que anunciará al nuevo Pontífice. Por ahora, el Vaticano permanece en compás de espera, inmerso en el silencio y la oración de un cónclave que ha comenzado sin un sucesor claro en su primera jornada.