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EDITORIAL

 

Cambios

La indignación de los colombianos sigue en pleno furor, después de lograr «tumbar» con su presión la llamada reforma a la justicia, que era, en últimas, un blindaje en todos los niveles de la clase política para pasar de la inmunidad a la impunidad.

Ahora, Colombia exige cambios que permitan volver a confiar en un Estado que poco a poco ha minado la credibilidad de los habitantes de este país. Es por ello que se requiere de cambios extremos en el manejo del Estado y de la política en todos los niveles.

La situación es grave, pues a diario se descubre toda clase de defraudaciones en las entidades estatales. En la semana pasada se dio al traste con un intento de modificar el resultado de las elecciones para la Gobernación del Valle del Cauca, donde se pudo abortar el concierto para delinquir que se había puesto en marcha.

 

Todos estos casos han «llenado la copa» de los colombianos, que reclaman honestidad y manejo transparente del Estado, como también de la política.

Los colombianos nos sentimos maltratados, por cuanto en su mayoría cumple con el pago de impuestos, que no vemos retribuidos debido a que buena parte de los recursos quedan en poder de la corrupción.

Es la hora de hacer los cambios para que se acabe de una vez por toda la cultura de la corrupción, que se ha impuesto desde las instituciones más pequeñas hasta las más grandes de nuestra nación.

Hoy, el Congreso sigue en el «ojo del huracán» y depende de los propios congresistas realizar los cambios necesarios, para tratar de recuperar la institución que se encuentra totalmente desprestigiada como consecuencia del pésimo comportamiento. Algunos congresistas han tenido la valentía de plantear estos cambios que se niegan a realizar, quienes se han beneficiado de los dineros del Estado, y que en la actualidad cuentan con capitales impensables para la mayoría de los habitantes de este país.

Un presidente del Congreso, que no ha tenido acierto alguno en su actividad, por el contrario, pasó a ser un personaje folclórico, como senadores que conducen borrachos y no aceptan ser requeridos por las autoridades. Otros con sus comportamientos indelicados han contribuido al deterioro de la imagen de esa institución. Ahora los congresistas tienen una oportunidad frente a la elección del secretario general. Pueden decidir entre el cambio o que las cosas sigan como han sido.

 

Es por ello que los colombianos estamos pendientes de la actuación de los políticos, para ejercer una veeduría. Como dijo alguna vez un político: cambiamos o nos cambian.