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SABIDURÍA CON PRUDENCIA

 Gerney Ríos González

Editor Internacional

Se adquiere con los años y después de la superación de múltiples conflictos internos y externos, compañeros de la existencia del individuo. El ser prudente en determinadas circunstancias salva de caer en confrontaciones con nuestros semejantes o aliados en cualquier empresa u organización. La prudencia es el fruto del razonamiento sincero, producto de la experiencia en otros casos y una voz de alerta al presentir el fracaso, o querer dar un paso que a la postre pueda resultar desastroso.

El filósofo griego Epíteto, de tendencia estoica argumentó “confiamos porque somos precavidos”. La confianza es fruto de la prudencia y ésta enseña que más vale perder un minuto en la vida antes que perecer en el intento azaroso de salir adelante sin tomar las debidas precauciones.

La prudencia indica llegar a los límites de nuestros derechos sin invadir los ajenos. El fruto de tal acción es la armonía y la convivencia con los seres humanos y aun los animales, ir por el camino del medio, sin atropellar a nadie, para llegar primero a la meta. El presbítero y filósofo de la lógica, Jaime Balmes, recomienda, “no hay sabiduría sin prudencia, ni filosofía sin cordura”. Con la prudencia se escapa de caer en abismos irretornables.

Al emprender con tenacidad pero sin perspectivas el inicio de una tarea o de una empresa por el interés de llegar a la meta anhelada por cualquier sendero, peca de imprudente. Los rusos hicieron suyo el proverbio, “es mejor volver atrás que perderse en el camino” y no olvide, “la prudencia suele faltar cuando mas se la necesita”, el decir del Solón legislador de Atenas, uno de los siete sabios de Grecia.

Dios con su infinito amor cuando creó al hombre, lo hizo con una precisión y sabiduría única, al dotarlo de dos oídos y una sola boca, buscando que fuera prudente, pues hay que escuchar dos veces y hablar una sola, “lo mas seguro es una lengua silenciosa”

Algo bueno puede ser perjudicial, si se menciona en un momento inoportuno o a la persona inconveniente. No se debe olvidar que existen individuos interesados en hacer daño, llevar chismes, revelar comentarios inadecuados, improcedentes, infundados e incongruentes con ánimo pervertido de sembrar cizaña y despertar enemistades en provecho propio. A través de la historia son infinitos los ejemplos de disputas, ocasionados por malos entendidos. No sobra decir que la imprudencia, inclusive en la cotidianidad familiar, desata graves tragedias o sinsabores insuperables. La diplomacia universal que es el intercambio de opiniones entre gobiernos a través de sus agentes, enseña que la prudencia es el fin de las relaciones entre Estados Unidos para el mejor intercambio comercial, cultural y geosociopolítico.

La prudencia equivale a la cultura de la convivencia. Por eso se debe cuidar de actuar precipitadamente; aquí es obligatorio, pensar primero. Y para hablar, además de pensar, escuchar para coordinar lo que se afirma. Así mismo, con prudencia, respetar las ideas, pensamientos y creencias del entorno. Con la discreción no se hieren susceptibilidades ni levantan ampollas donde no es necesario. La prudencia evita el uso de las armas y conduce al diálogo de las partes.

Al acudir a la razón antes que al uso de la violencia, se práctica el valor de la prudencia, factor para alcanzar la armonía en la humanidad. Quien observa una prudente conducta es considerado sabio ante las circunstancias, malas o buenas de la existencia.

Ser bondadosos: “Hacer bien no cuesta y…”

El desprendido en sus conocimientos, generoso no solo en lo económico sino en su forma de darse a los suyos, la sociedad y la vida, cuenta con el valor de la bondad. Es una cualidad tan hermosa en los humanos, que nada iguala; quien la posee, conquista la estimación y el respeto.

“El mundo es amigable para las personas que también los son”, afirmó el escritor inglés William Thackeray. El entorno se vuelve inamistoso para aquellos que repugnan lo bello y muestran su indiferencia a los buenos proyectos, intentos u objetivos. La bondad se refleja en la simpatía irradiada, cuando no se vacila en entregar algo valioso a cambio de un sencillo gracias”; ahí en ese momento, se empieza a ganar adeptos y seguidores.

“Después del amor, la simpatía es la pasión divina del corazón humano”, patentizó el escritor y orador irlandés Edmund Burke. Los filósofos de las escuelas antiguas y modernas califican la bondad como un don humano, tan necesario para la sociedad, como para conseguir la convivencia y la paz.