Editorial

CORTINAS DE HUMO


En Colombia los funcionarios, los políticos y hasta los representantes espirituales son duchos en utilizar las llamadas «cortinas de humo», para esconder cada una de las irregularidades cometidas. Esto está demostrado en nuestra historia reciente, cuando aparecían pruebas y de inmediato se denunciaban otros hechos, para evitar que se profundizara en acusaciones.

Ahora está sucediendo lo mismo con los recursos del Estado, los cuales fueron manejados por buena parte de la mafia corrupta que tiene al borde del colapso a este país. Resulta que es más importante profundizar en la contratación folclórica de un chamán, que llegar al fondo de los sobrecostos que se pagaron en la clausura del Mundial de Fútbol Sub 20.

Hay que llegar al fondo de este caso de los multimillonarios recursos dilapidados, y no concentrarnos en un contrato de 4 millones de pesos, para evitar la lluvia.

La labor es de todos: ciudadanía, Gobierno y autoridades de control. Los recursos públicos son sagrados, como lo manifestó en alguna ocasión un exalcalde de Bogotá. Sin embargo, los recursos públicos siguen desapareciendo por arte de magia, concentrando la riqueza en unos cuantos delincuentes de cuello blanco.

Las autoridades deben actuar para descubrir y castigar las irregularidades, teniendo en cuenta que todos los días el gobierno del presidente Santos habla de combatir la corrupción, pero los resultados, según los ciudadanos del común, no se ven por ninguna parte;  las anomalías se siguen desarrollando, en esta ocasión en forma silenciosa, y no como  en recientes Gobiernos durante los que los corruptos eran el centro de atracción en la sociedad.

Todos queremos y aspiramos a ver resultados. Que los recursos públicos sean sagrados, que los corruptos sean encarcelados y señalados por una sociedad que reclama la justicia social.